La historia de los orígenes del cristianismo en el antiguo reino de Georgia (Iberia, a orillas del Mar Muerto, que no debe confundirse con la Iberia del oeste, es decir, la Península Ibérica) es muy incierta. Rufino relata los comienzos de la evangelización, que los habitantes de Georgia y los orientales en general suelen aceptar y embellecer. Según Rufino, a principios del siglo IV, llegó a Georgia una joven prisionera. El pueblo quedó muy impresionado por la sencillez e inocencia de la joven y por el mucho tiempo que consagraba a la oración de día y de noche. A las preguntas de la gente, Nino respondía simplemente que adoraba a Cristo como Dios. Un día, una mujer le presentó a su hijito enfermo y le preguntó que debía hacer para que sane. Nino le respondió que Jesucristo podía curar aún las enfermedades más graves; acto seguido, envolvió al niño en su áspero manto, invocó al Señor, y devolvió a la criatura perfectamente sana. El rumor del milagro llegó a oídos de la reina de Iberia, que estaba también enferma, e inmediatamente mandó llamar a Nino. Como la santa se negase a ir, la reina acudió a verla y quedó curada. La reina quiso hacer algo por su bienhechora, pero ésta le dijo: «Es obra de Cristo y no mía. Él es el Hijo de Dios y el creador del mundo». La reina repitió esas palabras al rey. Poco después, el monarca se extravió durante una cacería a causa de la niebla, y juró que creería en Cristo si encontraba el camino. La niebla se disipó y el rey cumplió su promesa y llamó a la santa para que los instruyese. El monarca anunció al pueblo que había cambiado de religión, dio permiso a Nino de predicar y enseñar, y empezó a construir una iglesia. Durante la construcción, Dios obró otro milagro por la intercesión de su sierva; en efecto, un pilar que bueyes y hombres no habían podido mover, voló por el aire y fue a colocarse en el sitio que le correspondía, a la vista de la multitud. El rey envió al emperador Constantino una embajada para comunicarle su conversión y pedirle que mandase obispos y sacerdotes a Iberia. Así lo hizo Constantino.
Un príncipe Ibérico, llamado Bakur, refirió esta leyenda a Rufino en Palestina, antes de principios del siglo V. Es muy posible que la conversión de Georgia haya comenzado en el reinado de Constantino y que una mujer haya desempeñado en ella un papel de importancia. El relato de Rufino ha sido traducido (y ampliado) al griego, al sirio, al armenio, al copto, al arábigo y al etíope. En la literatura de Georgia hay toda una serie de leyendas sobre la santa, que carecen de valor histórico. Rufino no cita el nombre de ninguna población, ni los del rey y la reina; tampoco da el nombre de la santa, ni mucho menos explica donde nació. Las leyendas posteriores han suplido con creces esas omisiones. Nino (que, según ciertas versiones, no era una cautiva, sino que había huido voluntariamente de la persecución de Diocleciano), era originaria de Capadocia (o de Roma, o de Jerusalén, o de la Galia). Los armenios afirman que era armenia y la relacionan con santa Rípsima. Después de dejar firmemente establecido el cristianismo, Nina se retiró a una celda de la montaña, en Bodbe de Kakheti. Allí murió y fue sepultada. Más tarde, la región se convirtió en una sede episcopal y las reliquias de la santa se conservan en la catedral. También es interesante notar que desde tiempo inmemorial se dice que la catedral de Mtzkheta fue la iglesia del pilar milagroso. Está fuera de duda que, en la época en que Rufino escribió, Georgia era ya parcialmente cristiana; pero es imposible determinar hasta qué punto tiene fundamento histórico la leyenda que le contó el príncipe georgiano y aun, cuál fue exactamente esa leyenda.
Respecto del nombre de la santa, hay muchas confusiones, y es llamada según distintas fuentes con el masculino Nino, pero también Nina y Nona. El Martirologio Romano anterior conocía un san Nino (varón) que se celebraba el 15 de diciembre, a donde también quedó inscripta esta santa (posiblemente por mera duplicación) pero con el anónimo de «Cristiana de Georgia», que es como se la conoció en la Iglesia latina durante siglos. En el Martirologio actual el nombre del san Nino varón se ha quitado, por considerar que no era sino duplicación de alguno de los tantos Domnino, Saturnino o Antonino, y la santa Nino se ha trasladado al 14 de enero, fecha tradicional en los sinaxarios orientales. No hay ninguna razón para considerar que la santa haya muerto mártir, aunque en algunas versiones de la vida se la consigna de ese modo.
Artículo tomado principalmente del Butler, con algunas apostillas de Antonio Borrelli de Santi e Beati.