Lo mismo que santa Silvia, madre del papa Gregorio el Grande, y muchas otras madres de santos que también alcanzaron la santidad, Cilina fue famosa a causa de su hijo, puesto que dio al mundo ese gran santo, Remigio o Remi, obispo de Reims, y también fue madre del menos notable pero también santo obispo Principio de Soissons.
De acuerdo con el pseudo Venancio Fortunato, Cilina y su esposo pertenecían a la nobleza. En cierta ocasión, un monje llamado Montano, que tres veces consecutivas había recibido un aviso celestial en sueños, vaticinó a Cilina que daría a luz un hijo que llegaría a ser un hombre de grandísimos méritos. A su debido tiempo, Remigio vino al mundo.
Hinemar de Reims «complementó» estos datos tan escasos en el siglo nueve: Cilina y Emilio, su marido, habían tenido dos hijos: Principio, quien llegó a ser obispo de Soissons, y su hermano Emilio, quien a su vez tuvo un hijo, Lupo, sucesor de su tío Principio en la sede de Soissons, a la que gobernó hasta la muerte de Remigio. Cuando el monje Montano anunció el nacimiento del niño, Cilina quedó desconcertada, puesto que tanto ella como su marido ya eran entrados en años. Pero Montano, que era ciego, reiteró su profecía y aun agregó estas palabras: «Cuando hayas parido al niño cuyo nacimiento te anuncio, me frotarás los ojos con unas gotas de la leche de tus pechos y así recuperaré la vista». Fue el propio Remigio, a los pocos días de nacido, quien puso su manecita mojada con la leche del pecho de su madre, en los ojos de Montano, y éste obtuvo la gracia de volver a ver. Hinemar hace la advertencia de que, al nacer, Remigio quedó limpio de toda culpa por obra del Espíritu Santo. Había sido concebido «en la iniquidad, como todo hombre», pero contrariamente a lo que sucede en la condición humana, «su madre no lo parió en los delitos de la prevaricación, sino en la gracia de la remisión». Por esa razón, Remigio se asemejaba a san Juan Bautista (Lc 1) y a Isaac (Gn 17). Nació en el país de Laon y se le impuso el nombre de Remigio porque estaba destinado a regir, a dirigir la nave de su Iglesia a merced de las olas tempestuosas y también sería el «Remedio» (otro significado de su nombre) contra la justa cólera de Dios o bien contra la ferocidad de los paganos.
Luego de cursar breves estudios en los que destacó sobremanera, Remigio tuvo deseos de imitar el ejemplo del monje Montano, se retiró al convento y se separó para siempre de Cilina. De acuerdo con uno de los párrafos del testamento de san Remigio, su madre había sido sepultada en Labrinacum (Lavergny), cerca de Laon, en el Aisne. La traslación de sus restos a Laon, según Molanus y Vermeulen, los editores del Martirologio de Usuardo, tuvo lugar un 5 de abril. Actualmente, en la diócesis de Reims se conmemora a santa Cilina el 21 de octubre.
La única biografía de santa Cilina, atribuida a un monje de San Amando llamado Hucbaldo (930), se ha perdido. Véase el Mont. Germ. hist. Auct. antiq. (el pseudo Fortunato), vol. IV-2, p. 64: el Script. merov., vol. III, pp. 259-263 y 344, donde se encuentran los escritos de Hinemar y el testamento de San Remigio. En cuanto al nombre de la santa, las notas del pseudo Fortunato dan el de Chilinia, Cilina y Cylinia, pero se ha adoptado el de Cilina, que es el que le da el Thesaurus linguae latinae Onomasticon, vol. II y el Acta Sanctorum. Véase a Ch. d'Héricault en Les M eres des Saints, 1895; a H. Bels en Figures des peres et meres chrétiens (1908). El Acta Sanctorum, vol. IX, pp. 318-322; el Repertorium hymnologicum de U. Chevalier, vol. VI, 1920, p. 19, que contiene himnos en honor de la santa, compuestos en Laon hacia 1495. Ver Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. III, 1915, pp. 89-90, y Usuardo, ed. Du Sollier, Anvers, 1714, p. 194