Como en el caso de muchos santos del alto medioevo o de los primeros siglos de la Iglesia, de los que no se sabe nada de su vida hasta el momento de la asunción del cargo por el cual son conocidos, en el caso de san Víctor, las noticias parten de cuando recibió el episcopado de Le Mans en Francia, al inicio del año 450. Se sabe que participó en el 453 del concilio de Angers, y en el 461 del de Tours; incluso firmó una carta colectiva con los obispos de Tous y Bourges, dirigida a los prelados participantes de la III asamblea lionesa.
Según la leyenda transcrita en dos textos no contemporáneos y poco atendibles, Víctor era un subdiácono, casado y padre de un chico aún no bautizado; mientras estaba en su campo, encontró a san Martín de Tours que se dirigía a visitar al obispo de Le Mans Liborio, moribundo. San Martín lo llevó consigo y, después de los funerales de Liborio, lo propuso como nuevo obispo; vino así a ser consagrado obispo de Le Mans, mientras su mujer tomaba el velo monacal y su hijo Victorio recibía el bautismo. La leyenda continúa diciendo que Victorio, educado en Tours, sucedió a su padre, siendo consagrado también obispo por san Martín (quien sin embargo habría muerto hacía tiempo); esta sucesión ha aportado una confusión histórica entre los hagiógrafos, que mantuvieron ambos santos en fechas diversas. Otros suponen que hubo un solo san Víctor, quien en su larga vida fundó fuera de la ciudad un monasterio dedicado a los 12 apóstoles, donde después fue sepultado cuando murió en el 490, y el monasterio tomó su nombre; de esta manera habría gobernado unos 40 años, lo que según algunos estudiosos es demasiado para la época y llevaría a hablar de dos obispos del mismo nombre o parecido.
Por su fama de santidad le fue dedicado un oratorio dentro de los muros de la ciudad en el lugar donde había milagrosamente apagado un gran incendio que la devastaba, por lo que gozó de gran veneración.
Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli.