Entre los mártires a quienes los griegos honran con el título de «megalomártir» (es decir, gran mártir), tales como san Jorge, san Pantaleón y otros, se distinguen cuatro: san Teodoro de Heraclea, por sobrenombre Stratelates (general del ejército); san Teodoro de Amasea, apodado Tiro (el recluta); san Procopio y san Demetrio. De san Teodoro de Heraclea, de quien ahora nos ocupamos, se dice que había sido general de las fuerzas de Licinio y gobernador de una gran porción de Bitinia del Ponto, y de Paflagonia. Se supone que el santo residió en Heraclea en el Ponto, ciudad originalmente griega fundada por una colonia de Megara, y que ahí mismo fue donde, de acuerdo con una leyenda, murió mártir, siendo decapitado por su fe después de haber sido cruelmente torturado por orden del emperador Licinio.
Todo el asunto ha sido cuidadosamente estudiado por el padre H. Delehaye en su libro "Les Légendes grecques des saints militaires" (1909). En su opinión solo hubo un Teodoro, probablemente mártir y posiblemente soldado de profesión. Parece ser que su culto comenzó hace mucho tiempo en Euchaita, una población pequeña en el Helesponto y que desde ahí se difundió a otras partes. Poco a poco, algunos hagiógrafos fueron introduciendo muchos detalles ficticios y contradictorios en su historia, sin preocuparse en absoluto de si lo que escribían se apegaba a la verdad histórica. Con el tiempo las divergencias llegaron a ser tan notorias, que fue necesario recurrir a la hipótesis de dos San Teodoros diferentes: el Stratelates y el Tiro, pero aun así sus biografías se sobreponen y no puede sacarse gran cosa en claro. Uno de los elementos fabulosos introducidos en ciertas versiones de la historia, es la lucha con un dragón. Este detalle aparece en la leyenda de san Teodoro mucho antes que en la de san Jorge. Por eso no es raro encontrar imágenes y cuadros en los que aparece montado a caballo, traspasando al dragón con una lanza, lo que se presta a identificarlo erróneamente. La idea de distinguir a los dos Teodoros parece que se le había ocurrido a alguno mucho antes de lo que el padre Delehaye supone. En una homilía armenia que F. C. Conybeare atribuye al siglo cuarto, ya se les considera distintos; y Mons. Wilper ha reproducido un mosaico que colocó el Papa Félix IV (526-530) en la iglesia de san Teodoro en el Palatino, en donde se representa a nuestro Salvador sentado; mientras que san Pedro le presenta por un lado a un san Teodoro, y san Pablo le presenta al otro san Teodoro por el otro.
El Martirologio Romano actual, recogiendo los resultados de esos estudios críticos, reconoce en el mártir san Teodoro de Amasea, a quien celebramos hoy, el núcleo de culto auténtico que subyace a la leyenda.
El testimonio escrito más antiguo que poseemos sobre el culto de San Teodoro es un panegírico del mártir atribuido a San Gregorio de Nisa (Migne, PG., vol. XLVI, pp. 736-748). Aun cuando se dudara de si fuera auténtico, pertenece a la época de fines del siglo cuarto o principios del siglo quinto. En la obra mencionada se ha hecho una selección de lo más sobresaliente de las vidas griegas de los dos santos Teodoro, hecha por el P. Delehaye. Una antigua homilía armenia sobre el santo, ha sido traducida al inglés por el Prof. Conybeare en su Monuments of Early Christianity (pp. 217-238). Por lo que se refiere a San Teodoro en arte, véase Künstle, Ikonographie, (pp. 551-552) quien hace referencia en particular a un artículo por Hengstenberg, Der Drachenkampf d. hl. Theodor, en Oriens Christianus, 1912 pp. 18 ss. y de Wilpert, Die romischen Mosaiken. pp. 106-107.