La leyenda cuenta que Silvano huyó del norte de África junto a su padre Eleuterio, a causa de la persecución de los Vándalos, estableciéndose en Terracina, la antigua Anxur de los Volscos. En el 443, muerto el obispo Juan, Silvano fue llamado a sucederle, pero permaneció en vida sólo nueve meses, y después fue elegido su padre, Eleuterio.
Un apunte del Martirologio Jeronimiano del 10 de febrero trae: «En Terracina, el nacimiento [es decir, la muerte] de san Silvano, obispo y confesor»; este título de «confesor» se daba inicialmente a quienes habían confesado la fe, es decir, a los mártires, lo que llevó a pensar que san Silvano habría muerto mártir, teniendo además en cuenta la brevedad de su episcopado y su joven edad. Aunque debe reconocerse que la palabra «confesor» también tuvo un sentido extendido que equivalía a quienes habían sufrido por la fe, pero no muerto por ella, y aun más amplio como simple equivalente de santo, por tanto es muy difícil establecer a ciencia cierta si cuando un texto antiguo habla de un «confesor» se está o no refiriendo a un mártir, a falta de otras fuentes.
El único recuerdo del santo son los restos de una antiquísima iglesia y monasterio, muy famosos en el siglo X, intitulados de San Silvano, que se encontraban en las afueras de Terracina, en la ladera del monte Leano, frente a la Vía Apia Nueva. Las tradiciones manuscritas y el uso popular han transformado el nombre de Silvano -de origen latino, «habitante de las selvas»- en Silviano, Silvino, Salviano, Salviniano; así, por ejemplo, la localidad surgida en las afueras de Terracina donde se alza la iglesia tomó el nombre de San Silviano.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli.