La historia proporciona pocos detalles sobre este prelado. Es el que figuró en el duodécimo lugar entre los obispos de Ravena. Sucedió a Marcelino y ocupó la sede durante gran parte del siglo IV. En el año 347, asistió al concilio de Sárdica y allí defendió los decretos de fe de Nicea contra los arrianos. Algunos dicen que murió el año 348 y otros que en el 389. En su tumba se obraron milagros y la Iglesia de Ravena honra su memoria.
Según la leyenda, y de acuerdo con una biografía escrita en el siglo VI, Severo, que era tejedor de oficio, llegó a ser el obispo de Ravena, debido a que una paloma vino a posarse sobre su cabeza. El tejedor, que era un hombre casado, fue aclamado en seguida por todos los presentes. Para no quebrantar una tradición que se remontaba a los tiempos de Apolinario, Severo tuvo que aceptar el puesto de obispo, renunciando al mundo, a su hogar y a su familia. Su esposa Vicencia y su hija Inocencia, se consagraron a Dios y murieron antes que él.
A San Severo se le representa generalmente con lanzaderas en los bolsillos y una tela tejida bajo el brazo. El Martirologio Jeronimiano menciona el nombre de Severo, el día l de febrero. Los martirologios posteriores han añadido algunos detalles sacados de la leyenda. El culto de los santos Severo, Vicencia e Inocencia se revivió cuando sus cuerpos fueron llevados a Pavia y, de allí trasladados a Maguncia, en el siglo IX. En el monasterio de Erfurt se construyó una espléndida basílica y allí fueron trasladadas las reliquias de Severo. Éste fue venerado como santo patrón de la ciudad. Desde allí se extendió su culto por toda Alemania.
Véase Acta Sanctorum, l de febrero. Charles Cahier, Caractéristiques des saints. p. 572. Existe un panegírico del santo por san Pedro Damiani. En la imagen: san Severo, acompañado de su esposa e hija, en la catedral de Erfurt.