Saturnino, obispo de Toulouse, es uno de los santos más populares en Francia y España (en la región de Navarra), donde se le considera protector de las corridas de toros. La «Passio Saturnini» es además un documento muy importante para el conocimiento de la antigua iglesia de la Galia. Según el autor de la Passio, que escribió entre 430 y 450, Saturnino estableció su sede en Toulouse en el 250, bajo el consulado de Decio y Grato. En ese momento, nos informa, en Galia había muchas comunidades cristianas, compuestas por un pequeño número de fieles, mientras que los templos paganos se llenaban de multitudes que sacrificaban a los dioses. Saturnino, recién llegado a Toulouse, probablemente de Africa (el nombre es en realidad africano) o del Oriente -como se indica en el Missale Gothicum- ya había cosechado los primeros frutos de su predicación, ganando para la fe en Cristo un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, que era el principal templo pagano dedicado a Júpiter, donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las respuestas solicitadas por los fieles.
Al parecer, los dioses estaban mudo en esos días, y los sacerdotes culpaban por ello al obispo cristiano, cuya irreverencia habría herido la sensibilidad de los dioses paganos. Un día, la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le ordenó que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante la negativa del obispo de sacrificar el animal -que poco después habrá sido el instrumento inconsciente de su martirio- y más aún en vista de lo que los paganos creían que era una afrenta provocadora contra la deidad, Saturnino dijo que no tenía miedo de los rayos de Júpiter, puesto que no existe; los transeúntes entonces lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, y a continuación azuzaron al animal, que huyó furioso por las escaleras del Capitolio arrastrando al obispo. Saturnino, con los miembros mutilados, murió poco después, y su cuerpo fue abandonado en medio de la calle, donde lo recogieron dos piadosas mujeres, dándoles sepultura «en un hoyo muy profundo». Sobre esta tumba un siglo después san Hilario construyó una capilla de madera, que pronto fue destruida y se perdió durante algún tiempo la memoria de la misma, hasta que en el siglo VI el duque Leunebaldo desenterró los restos de mártir, e hizo edificar sobre el lugar la iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el siglo XIV asumió el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Piero Bargellini. Ver también la nota bibliográfica en Butler-Guinea, tomo IV pág. 442.