Las cartas de san Ambrosio a san Sabino dan testimonio de la estrecha amistad que unía a los dos obispos, así como de la gran fama de san Sabino, ya que en una de sus cartas san Ambrosio le pide su opinión sobre algunos tratados que le había enviado. San Sabino asistió al Concilio de Aquilea contra los arrianos, en 381, y al Concilio de Milán contra Joviniano, nueve años más tarde. Probablemente nuestro santo se identifica con Sabino, el diácono de Milán, a quien el papa san Dámaso envió al Oriente con motivo de los disturbios producidos por los arrianos en Antioquía. San Gregorio nos ha transmitido la leyenda según la cual san Sabino modificó el curso desastroso de una corriente, escribiendo una orden y arrojándola al río Po: las aguas obedecieron, volviendo a su cauce normal (San Gregorio Magno es muy dado a recoger acríticamente este tipo de narraciones legendarias). Se dice que San Sabino murió el 11 de diciembre del 420.
El escasísimo material que puede coleccionarse sobre san Sabino se halla reunido en Acta Sanctorum, enero, tomo II, pág 163.