San Rómulo es el héroe de un romance bastante pesado, de origen desconocido; se trata de una obra de imaginación, probablemente no anterior al siglo XII. En ella se cuenta que cierto ciudadano romano tenía una hija llamada Lucerna, la cual se enamoró de Ciro, uno de los esclavos de su padre. Lucerna y Ciro tuvieron un hijo, al que abandonaron en un bosque, donde una loba se encargó de amamantarle. Unos pastores de los rebaños del emperador Nerón, que vieron a la loba amamantando al niño, dieron la noticia a su amo, el cual les ordenó que le llevasen al niño. Los pastores persiguieron durante tres días a la loba, sin poder darle caza. Entonces, el emperador consultó a san Pedro, el cual con otros cristianos armados de redes, partió al bosque a cazar a la loba. En el bosque, san Pedro conjuró al niño: «Si eres hijo de una loba, ve con tu madre; pero si naciste de una mujer, ven aquí». El niño no se movió; entonces los cristianos tendieron sus redes y apresaron a la loba y al niño. Para que no pereciesen de hambre, dieron una oveja a la loba, la cual la despedazó y compartió el banquete con el niño. Después, san Pedro ordenó que dejasen en libertad a la loba y bautizó al niño. A instancias de uno de los cristianos, le puso el nombre de Rómulo. Una noble romana se encargó de la educación de Rómulo. Justino, el cristiano que había sugerido el nombre de Rómulo, le tomó más tarde por su cuenta. Rómulo resultó un niño prodigio: a los ocho años predicaba, exorcizaba y obraba milagros. Más tarde fue consagrado obispo y evangelizó las ciudades de Fiésole, Sitri, Nepi, Florencia, Pistoia, etc. Finalmente, después de numerosas aventuras, Rómulo fue condenado a muerte por el gobernador Repertiano. En el camino hacia el sitio de la ejecución, Rómulo pidió un vaso de agua a una joven que se hallaba junto a una fuente; la doncella, temiendo la ira de los soldados, le rehusó el favor. Entonces, el santo la reprendió y predijo que, de ahí en adelante, la fuente proveería de agua a los cristianos, pero se convertiría en sangre cuando los paganos se acercasen a beber. Los mártires Carísimo, Dulcísimo y Crescencio fueron ejecutados junto con San Rómulo.
A pesar de la absurda leyenda que acabamos de resumir, existen pruebas de la historicidad del culto que se tributaba desde antiguo, en Fiésole, a san Rómulo, donde se le tenía no por diácono sino por obispo, que es como estaba inscripto en el Martirologio Romano anterior. En muchos casos puede ser interesante conocer las leyendas, aun las más inverosímiles, relacionadas con un santo, no porque a través de ellas conozcamos mejor su biografía, ni los méritos propios de un santo, sino porque son las leyendas, más que los datos de la historia, los que suelen dar lugar a la más abundante iconografía. Así, por ejemplo, aunque el santo que nos ocupa haya sido diácono -o hasta ese grado de sacerdocio se pueda probar-, la iconografía lo representa como obispo. Asimismo es importante también atender a los matices de la redacción del Martirologio: no nos dice que haya sido mártir, sino que en Fiésole es «celebrado como» mártir, lo que es una manera elegante de indicar que no tenemos pruebas de que realmente haya sido mártir. De hecho, su paso a la categoría de mártir está documentado recién a inicios del siglo XI. En la lista de mártires publicada en el site del Vaticano no figura san Romulo como mártir.
A. Cocchi, San Romolo, vescovo de Fiesole: Storia e Leggende (1905), hizo un estudio crítico sobre el santo. El único documento histórico de interés es el fragmento de un epitafio, que data, según se dice, del siglo IV, aunque hay opiniones en contrario; cf. M. C. Cipolla, en Rivista storico-critica delle scienze teologiche, vol. I, pp. 422-428. N.ETF: artículo del Butler complementado con notas extraídas de A. Borrelli en «Santi e beati».