Nació en Corintio el 9 de enero del 449. Deseoso de perfección, se retiró a Palestina y recibió el hábito de san Eutimio, uno de los padres del monaquismo palestinense. Sin embargo, juzgándolo demasiado joven de edad, no pudo quedarse entre ellos. Quiriaco entonces se retiró entre los discípulos de san Gerásimo, que vivían a orillas del Jordán. Aquí transcurrieron nueve años de noviciado. A la muerte de sus dos maestros volvió a la «laura» de san Eutimio otros nueve años. En el curso de su larga existencia cambió varias veces de residencia monástica.
En su tiempo, la vida en los monasterios se encontraba gravemente turbada por divisiones y contrastes sobre las doctrinas teológicas no aclaradas aun en los concilios. Quiriaco fue llamado a hacer frente con su autoridad a los monjes que sostenían las teorías origenistas. Su biógrafo, llamado Cirilo de Escitópolis, se acercó al monasterio de Susakim para hacerle una visita, y lo encontró en compañía de un gran león que vivía con él como si se tratara de un perro guardián. Murió en la gruta de San caritón a la edad de 108 años, a inicios del 557.