Con bula fechada en Segni el 4 de junio de 1110, dirigida a los obispos de Agnani y de la Campania romana, el papa Pascual II inscribía a Pedro, que había sido obispo de Agnani, en el catálogo de los santos, autorizaba el culto para las diócesis de la Campania, y señalaba su fiesta el 3 de agosto. La causa eran las virtudes ejercitadas por el santo, así como los hechos milagrosos con que la gracia divina lo había adornado tanto en su vida como después de muerto; la bula hacía referencia a la fiel narración de Bruno, obispo de Segni.
Esta narración no ha llegado hasta nosotros, pero conocemos a Pedro por una leyenda compuesta poco antes del 1181, que sin embargo no se conservó completa. Le faltaba el prólogo y algunas partes, cuando en 1325 fue distribuida en fragmentos que debían leerse en los oficios celebratorios de la fiesta del santo y la octava. El oficio del santo con estas lecturas nos ha llegado en el Lecionario 'per annum ad usum ecclesiae Anagninae'.
Para la composición de esas lecturas el autor anónimo, que probablemente pertenecía al clero de la catedral, tuvo a disposición -además de aquella vida escrita por Bruno de Segni que mencionábamos- la relación compuesta entre 1113 y 1117 por el obispo Pedro II de Agnani de los prodigios verificados en una doble traslación de reliquias: del mártir Magno y el reconocimiento de las de Pedro; contó además con las tradiciones orales de la iglesia anagnina. Por tanto, aunque contiene algunas incongruencias cronológicas y de las circunstancias de los hechos narrados, la leyenda puede considerarse sustancialmente atendible.
Pedro fue preparado al oficio pastoral por una vida de recogimiento y oración que llevó desde jovencito, cuando, descendiente de la familia de los príncipes longobardos de Salerno, quedó huérfano, y fue ofrecido al monasterio de San Benito. Aquí adquirió el conocimiento de los cánones, y tuvo práctica en relación a las cuestiones eclesiásticas como capellán de Alejandro II, a cuyo servicio lo puso el cardenal Hildebrando (el posterior san Gregorio VII), luego de haberlo tratado en el monasterio salernitano. Ya durante el episcopado de Pedro, Alejandro II se valió de él enviandolo como apocrisiario (embajador) ante el emperador de Oriente Miguel VII, para la concordia de la fe. Participó también en la cruzada.
En Agnani tuvo también que sufrir mucho a causa del clero enemigo de las reformas, pero cuando después de cuarenta y tres años de episcopado murió, el 3 de agosto de 1105, la gran obra estaba realizada: reconstruida la catedral, restaurada la disciplina canónica, con la vida común, y eclesiásticos formados por él estaban prontos a sucederle dignamente en el gobierno de la iglesia anagnina. Su amigo y colaborador, Bruno de Segni, pudo entonces, después de haber celebrado las exequias, narrar la edificante vida y preparar la glorificación.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Vincenzo Fenicchia en Enciclopedia dei Santi. La canonización de san Pedro de Agnani es una de las primeras realizadas por un proceso formal.