Diego Luis de San Vitores nació en la ciudad de Burgos el año 1627, de nobilísima familia. Fue alumno del Colegio Imperial de Madrid y, vencida la resistencia del padre, ingresó a los 13 años en el noviciado de Villarejo de Fuentes de la Compañía de Jesús, donde ya desde el principio sobresalió por el fervor de su piedad y la agudeza de su ingenio. Ordenado sacerdote en 1651 y terminada la Tercera Probación, se dedicó al magisterio universitario en Alcalá de Henares, y a varias formas de apostolado hasta que el Prepósito General Gosvino Nickel le concedió, por fin, marchar a las misiones extranjeras. El año 1660 dijo adiós a la patria y, durante un bienio, trabajó intensamente en la ciudad de México hasta que hubo barco para las Islas Filipinas. Desempeñó allí de 1662 a 1666 los cargos de Maestro de Novicios, Prefecto de Estudios y Profesor de teología al mismo tiempo que ejercitaba con gran celo el apostolado entre los indígenas. Pero ansiaba sobre todo anunciar a los habitantes de las Islas Marianas a Cristo, de quien nada hasta entonces habían oído; y allá finalmente, superado todo género de dificultades, llegó en 1668. Vivió cuatro años la experiencia misionera.
La obra de evangelización se propagó en esos años por todo el archipiélado, las conversiones eran numerosas; y mientras tanto se levantaba una oposición a la obra por parte de un curandero chino, un tal Cocho, que sublevaba a los indígenas afirmando que el agua del bautismo estaba envenenada, y por eso morían los niños; en realidad lo que ocurría es que los bautizaban cuando estaban ya gravemente enfermos, y algunos, efectivamente, morían, no a causa del bautismo, desde luego.
El P. Diego iba de una isla a otra, confortando a los misioneros, y apoyando a la población nativa. Acompañado del joven catequista filipino Pedro Calungsod, el 2 de abril de 1672 se acercó al pueblo de Tomhom, en la isla de Guam, y habiendo sabido que había nacido una niña de un cristiano que había renegado, de nombre Matapang, trató de convencerlo de que la bautizara; el hombre reaccionó con violencia, lo rechazó, y fue a la aldea, donde buscó la ayuda de un tal Hiaro para matarlos; este último era un beneficiario de la bondad de los misioneros, y en un principio rehusó, pero entre medio, con el consentimiento de la madre, el P. Diego bautizó a la niña. Cuando supo esto, se desencadenó la ira de Matapang, que lanzó varias flechas que se clavaron en el pecho del catequista Pedro; el P. Diego se acercó a darle la absolución, y Hirao acabó la obra matando a los dos.
El Padre Diego fue beatificado por SS Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985, el catequista Pedro Calungsod Bissaja el 5 de marzo de 2000, y este último fue canonizado por Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.
Fragmentos biográficos tomados de Antonio Borrelli en Santi e Beati y una introducción hagiográfica a la misa propia del beato Diego, que puede leerse aquí