He aquí un hombre de vida poco limpia pero que, puesto en el trance de negar su fe cristiana, prefirió la muerte a la apostasía y lavó con su sangre sus faltas anteriores. Había nacido en Cho-Quang -en el actual Vietnam, y que era en ese momento la colonia francesa de la Cochinchina- el año 1826, en una familia de tradición cristiana que lo bautizó de niño y lo educó en la fe. Llegado a la juventud comenzó a ejercer con sus hermanos el comercio, pero esto no era sino la cobertura de una verdadera banda organizada de ladrones. Saquearon en una ocasión la casa de una mujer, de la que le dio pena a Pablo y como jefe de la banda mandó a sus compañeros devolverle lo robado. Se le rebelaron sus cómplices y para vengarse de él lo acusaron de estar en trato secreto con los franceses y fue arrestado. Ante las autoridades pudo probar que la acusación era falsa, pero en el curso del interrogatorio le preguntaron si era cristiano y dijo que sí. Entonces le dijeron que estaba prohibido ser cristiano y tenía que apostatar. Él dijo que no pensaba hacerlo. Lo torturaron para que lo hiciera, pero se mantuvo fIrme, y entonces, en cumplimiento de la ley, fue condenado a muerte y decapitado el 28 de mayo de 1859. Este nuevo «buen ladrón» fue canonizado por SS Juan Pablo II el 19 de junio de 1988.