San Moisés, apóstol de los sarracenos, fue árabe por su nacimiento, y llevó por mucho tiempo vida de ermitaño en Rhinoclura, región situada en la frontera de Siria y Egipto (hoy ruinas cerca de El-Arish). El país estaba abatido, principalmente por bandas errantes de sarracenos, quienes bajo las órdenes de una reina guerrera llamada Mavia, sostenían combates de guerrillas en las fronteras romanas.
Parece que una expedición punitiva enviada contra ellos, con cierto cariz de cruzada religiosa, terminó con un pacto, en el cual Mavia aceptó la evangelización de su pueblo, siempre que tuviera al santo ermitaño Moisés por Obispo. Lucio, Obispo de Alejandría, habría sido la persona encargada de consagrarlo, pero era arriano y Moisés se negó a aceptar el orden episcopal de él. Más tarde consiguió que lo consagrase un obispo ortodoxo y desde entonces pasaba sus días yendo de un lugar a otro, pues no tenía sede fija, enseñando, predicando, y convirtiendo a la fe a una gran parte de su rebaño. También consiguió durante todo el resto de su vida, mantener la paz entre los romanos y los sarracenos.
Tomado de «Selectas vidas de santos», del obispo (ortodoxo) Alexander Mileant. Ver Acta Sanctorum, febrero, II, pág 43-46.