No hay propiamente una «Pasión» de san Menigno, pero sí algunos relatos más o menos extensos en antiguos menaios (santorales) griegos; lamentablemente, por el estilo y el modo habitual de narrar de esta clase de documentos, nos ha llegado lo legendario y portentoso, sin que podamos enterarnos de lo que es más concorde con nuestro modo de contemplar la santidad, es decir: sus hechos concretos y la realidad de su pasión.
Sin embargo, de las tres inscripciones que se conservan podemos colegir algunos elementos: san Menigno vivía en Parios (la actual Kemer, en Turquía), una ciudad del Helesponto donde florecía el paganismo y estaba muy arraigado el culto a Apolo Marítimo y Artemisa. Era un hombre casado, y trabajaba en la limpieza de ropa; un día estaba en el mercado y oyó una voz celestial que decía que los cristianos habían sido liberados de la cárcel (lo que posiblemente significaba que habían sido llevados junto al Padre), y se encendió en deseos de martirio.
Era ahora un intrépido cristiano que alentaba a los pocos creyentes del lugar en las difíciles circunstancias de la persecución de Decio, a mediados del siglo III, predicando el evangelio y hablando de la verdadera fe sin miedo alguno. Cuando estaba en el río lavando la ropa, como era su oficio, Dios le advirtió por medio de un ángel, que devolviera la ropa que tenía para lavar a sus dueños, porque le había llegado la hora de dar testimonio. Ordenó sus asuntos, dio su esposa al cuidado de un tutor, y luego de sufrir horribles torturas (se le arrancaron uno por uno los dedos de manos y pies), murió decapitado.
Su culto persiste sobre todo en Oriente, y se lo puede encontrar también inscripto en el día 22 de noviembre.
Ver Acta Sanctorum, marzo II, pág. 384 (día 15, ed. 1865).