Mientras que las noticias históricas sobre él son casi inexistentes, y se pierden en la niebla del tiempo que envuelve a las tierras galesa y escocesa, abundan no obstante las narraciones legendarias sobre la vida de san Kentigerno, que era llamado «Mungo», es decir, «amado». Precisamente en relación a este nombre gira una de las tantas leyendas: su madre, la princesa Thaney, habría quedado embarazada de un hombre desconocido, y una vez descubierta fue condenada a ser despeñada sobre un carro desde la cima de un monte. Milagrosamente se salvó y dio a luz al hijo; lo confió entonces a san Servando, que le impuso el nombre de Mungo.
Una vez crecido, Kentigerno se mostró inclinado a emprender la vida solitaria, y adoptó el estilo de vida irlandés, estableciéndose finalmente en la zona de la actual Glasgow. Se congregó en torno a sí una comunidad, y la fama de sus virtudes se difundió de tal manera que la gente del lugar lo aclamó como obispo. La consagración le fue conferida por un obispo irlandés. Desarrolló su actividad pastoral en la región de Strathclyde, pero la turbulenta situación política lo empujó bien pronto al exilio, y según la tradición fundó en Gales un gran monasterio, y fue obispo de San Asaph. Pero retornado de nuevo al norte, transcurrió un período en Dumfriesshire, para volver finalmente a Glasgow.
El santo obispo se encontró con san Colomba hacia el fin de sus días, e intercambió con él el bastón pastoral. Parece que murió hacia el 603, o, según otras versiones, hacia el 612, seguramente a la edad de 85 años, que parece más probable que la de 185 años que le asigna un biógrafo. En Escocia y en otras diócesis vecinas san Kentigerno es venerado como primer obispo de Glasgow, y según la tradición en la catedral de esa ciudad se guardan las reliquias del santo.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un articulo de Fabio Arduino.