San Jacinto nació en Oppeln, en Silesia (entre Breslau y Cracovia) en 1185. Se le venera como apóstol de Polonia y fue sin duda un gran misionero, aunque desgraciadamente la mayor parte de los éxitos evangélicos que se le atribuyen proceden de biografías que tienen muy poco valor histórico. Ingresó en la orden de Santo Domingo, tal vez en Roma, en 1217 o 1218. Fue después con otros frailes de su orden a Cracovia, donde el obispo Ivo Odrowaz puso a su disposición la iglesia de la Santísima Trinidad. Jacinto estuvo de nuevo en ese convento en 1228 y, diez años después, predicó una cruzada contra los paganos de Prusia.
Sin duda que el campo de su apostolado fue muy grande; pero sus biógrafos hacen viajar al santo por el noreste hasta Lituania, por el este hasta Kiev, por el sureste hasta el Mar Negro, por el sur al Danubio y por el noroeste hasta Escandinavia. De ser esto cierto, san Jacinto confió a otro dominico, el beato Ceslao, la evangelización de Silesia, Pomerania y Bohemia. Según algunos autores, el beato Ceslao era hermano carnal de san Jacinto. Los milagros que se atribuyeron al santo no eran menos extraordinarios que sus viajes. Probablemente algunos de esos milagros no son más que la transposición de los que se atribuyen a otros santos dominicos de Polonia. En la época de san Jacinto, los hijos de santo Domingo penetraron por el Vístula hasta Danzig y llegaron hasta Rusia y los Balcanes, donde fundaron igualmente varios conventos. Pero en 1238, los mongoles cruzaron el Volga y causaron destrozos enormes en las misiones de los dominicos; sin duda que san Jacinto tomó parte en el trabajo de reconstrucción.
El santo murió el día de la Asunción de 1257, después de haber exhortado a sus hermanos a amar la pobreza, como hombres que habían renunciado a todos los bienes de la tierra: «porque (la pobreza) es el documento y el sello que nos da derecho a la vida eterna». La canonización de san Jacinto tuvo lugar en 1594.
La biografía más conocida de san Jacinto es más bien una especie de saga que una obra propiamente histórica, como lo hacen notar Knópfler (Kirchenlexikon) y los bolandistas modernos (Analecta Bollandiana, vol XLV, 1927, pp. 202-2031). Hasta muy recientemente, la única fuente de información, era el relato de la vida y milagros de San Jacinto, escrito por el P. Estanislao de Cracovia un siglo después de la muerte de Jacinto. Puede verse en Monumenta Poloniae Historica, vol. IV, pp. 841-894. Los biógrafos posteriores no hicieron más que embrollar ese relato añadiéndole datos aún más extravagantes. Por ello, hay que leer con precaución aun las biografías modernas, como la escrita por la condesa de Flavigny: S. Hyacinthe et ses compagnons (1899). Hasta la fecha, la obra que más luz ha arrojado sobre la intrincada historia de san Jacinto es Die Dominikanermissionen des 13 Jahrhunderts (1924, pp. 196-214) de B. Altaner.