La congregacion de «Propaganda Fide», venera a san Fidel como su primer mártir. Era éste un sacerdote capuchino, conocido también con el nombre de Marcos Rey. Había nacido en Sigmaringen de Hohenzollern. Como era un joven muy inteligente, fuc enviado a la Universidad de Friburgo, en Brisgovia, donde enseñó filosofía, al mismo tiempo que preparaba su doctorado en leyes. Ya desde entonces empezó a llevar una vida de penitencia, pues vestía una camisa de pelo y se abstenía del vino. En 1604, fue nombrado tutor de un reducido grupo de muchachos suabos que querían completar su educación en las principales ciudades universitarias de Europa occidental. Durante el viaje, que duró seis años, Fidel se ganó la estima de sus pupilos, edificándolos con el ejemplo de su devoción y de su liberalidad con los pobres, a quienes algunas veces regalaba los vestidos que llevaba puestos. A su vuelta a Alemania, obtuvo el título de doctor en leyes y empezó a trabajar como abogado en Ensisheim, de la Alsacia superior. Pronto se dio a conocer por su integridad y por el cuidado con que evitaba las invectivas que se empleaban entonces en la defensa de los casos. Como defendía con frecuencia a los más necesitados, el pueblo empezó a llamarle «abogado de los pobres». Pero, hastiado de los bajos e inicuos expedientes a los que recurrían los otros abogados, decidió finalmente ingresar en la rama capuchina de la orden franciscana, de la que su hermano Jorge era miembro. Después de recibir las sagradas órdenes, Marcos tomó el hábito y escogió el nombre de Fidel, como una alusión a la corona de vida prometida a quienes perseveran (Ap 2,10).
El P. Fidel pedía constantemente a Dios que le preservase de la ociosidad y la tibieza. Con frecuencia exclamaba: «¡Ay de mí que soy el mediocre soldado de un Capitán coronado de espinas!» Dividió su herencia en dos partes: una la repartió entre los pobres, y la otra la regaló al arzobispo para que formase un fondo de ayuda a los seminaristas pobres. En cuanto terminó sus estudios de teología, el joven capuchino empezó a predicar y a oír confesiones. Fue sucesivamente guardián en Rheinfelden, Friburgo y Feldkirch. Mientras desempeñaba este último puesto, consiguió la reforma de las costumbres de la ciudad y las regiones circundantes y convirtió a numerosos protestantes. Su cariño por los enfermos se manifestó principalmente en los cuidados que les prodigó durante una violenta epidemia; ello no hizo más que aumentar su reputación y, a instancias del obispo de Chur, sus superiores le enviaron con otros ocho capuchinos a predicar a los swinglianos de Grisons. Como era la primera vez que, después de la Reforma, la Iglesia trataba de conquistar esa región, los protestantes amenazaron seriamente a los misioneros. San Fidel no prestó oídos a tales amenazas, aunque sabía bien el riesgo que con ello corría.
Dios bendijo abundamentemente la misión desde el primer momento y la Congregación de Propaganda Fide, que se acababa de fundar, nombró al P. Fidel jefe del movimiento de Grisons. A diario conseguía el santo nuevas conversiones. Sus éxitos se debían, sin duda, tanto a las largas horas de la noche que dedicaba a la oración, como a sus sermones e instrucciones cotidianos. Los maravillosos efectos de su celo acabaron por encolerizar a sus adversarios, quienes excitaron a los campesinos contra el misionero, diciendo que se oponía a sus aspiraciones de independencia nacional y aconsejaba la sumisión al emperador de Austria, por quien estaba pagado. Enterado de esos rumores, San Fidel pasó varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento o delante de su crucifijo. El 24 de abril de 1622, fue a predicar a Grüsch. Al terminar su sermón, que había sido aún más ardiente que de costumbre, fue arrebatado en éxtasis durante varios minutos, con los ojos fijos en el cielo. En un sermón que predicó en Feldkirch se refirió a su muerte próxima y poco antes había firmado así su última carta: «Hermano Fidel, que pronto será pasto de los gusanos». De Grüsch se dirigió a Sewis; estaba predicando allí un sermón sobre el texto: «Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo», cuando alguien disparó contra él, pero erró el tiro y la bala fue a incrustarse en la pared.
En el tumulto que se produjo intervinieron los soldados austriacos estacionados en la ciudad. Un protestante ofreció albergue en su casa al P. Fidel, quien le dio las gracias, pero se negó a aceptar, diciendo que su vida estaba en las manos de Dios. Cuando se dirigía a Grüsch, fue atacado por un puñado de hombres armados, quienes le exigieron que abjurase de la fe católica. El santo respondió: «He venido para dar testimonio de la verdad y no para abrazar vuestros errores». Sus atacantes le derribaron por tierra y le acabaron a puñaladas. San Fidel tenía cuarenta y cinco años. Uno de los primeros frutos de su martirio fue la conversión de un ministro swingliano que lo había presenciado. Fidel de Singmaringa fue canonizado por el papa Benedicto XIV.
La biografía más fidedigna de san Fidel es probablemente la de F. della Scala, Der hl. Fidelis von Sigmaringen (1896). El P. E. de la Motte-Servolex aprovechó mucho dicha biografía para su St. Fidele de Sigmaringen (1901), que es una obra de tipo más popular. Ver también Nel terzo centenario di San Fedele da Sigmaringa (1922) . Existen algunas otras biografías, particularmente en alemán, como la de B. Gossens (1933) ; cf. Léon, Auréole Séraphique, vol. II, y J. G. Mayer, Geschichte des Bistums Chur (1914) , pp. 399-405.