La santidad eminente de san Farón, que fue uno de los primeros obispos de Meaux de quienes se conserva memoria, ha hecho de su nombre el más famoso entre los de los prelados que figuran en los calendarios de dicha diócesis. San Farón era hermano de san Chainoaldo de Laon y de santa Burgundófora, la primera abadesa de Faremoutier. Tras de pasar su juventud en la corte del rey Teodoberto de Austrasia, Farón se trasladó a la corte de Clotario II. Cuando dicho príncipe, enfurecido por las insolentes palabras de ciertos embajadores sajones, los mandó aprisionar y juró que los condenaría a muerte, san Farón se valió de una estratagema para conseguir que les perdonase. Llevaba una vida muy santa y edificante, por lo cual, a los treinta y cinco años, determinó abrazar la vida religiosa, si su esposa, Blidechilda, se lo permitía. Ella no sólo consintió, sino que se retiró a un sitio en una de sus posesiones; allí murió algunos años más tarde, no sin haber exhortado a su marido a perseverar en su vocación, pues éste había querido, en un momento dado, volver a reunirse con su mujer.
San Farón recibió la tonsura en la diócesis de Meaux. El año 628 la sede quedó vacante, y el santo fue consagrado obispo. Dagoberto I le nombró canciller suyo y san Farón usó toda su influencia para proteger a los inocentes, a los huérfanos y a las viudas y para socorrer a todos los necesitados. El santo prelado trabajó con celo y vigilancia infatigables y luchó por convertir a los que practicaban aún la idolatría. Su biógrafo refiere que devolvió la vista a un ciego al conferirle el sacramento de la confirmación y cuenta además otros milagros. Poco después de la consagración episcopal de san Farón, san Fiacro llegó a Meaux, y el santo obispo le ragaló algunas de sus tierras para que fundase una ermita en Breuil. San Farón fundó en los suburbios de Meaux el monasterio de la Santa Cruz, que más tarde tomó su nombre, y lo confió a los monjes de San Columbano de Luxeuil. El año 668, hospedó a san Adrián, que más tarde llegó a ser obispo de Canterbury, cuando iba de camino para Inglaterra.
La biografía de San Farón, escrita por Hildegardo, obispo de Meaux, unos 200 años después de la muerte del santo, no es de gran valor histórico. Fue publicada por Mabillon; B. Krusch hizo una edición crítica de ella en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. V, pp. 171-206. Se trata indudablemente del original del que está tomada la narración más corta que se halla en Acta Sanctorum. En la biografía escrita por Hildegardo se habla de una balada que el pueblo solía cantar en recuerdo de la victoria de Clotario sobre los sajones; dicha balada se llamaba «La Cantilena de San Farón». Como se trata de un espécimen de la primitiva lengua romance, existe una bibliografía bastante abundante sobre esa balada; cf. Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. V, cc. 1114-1124. Acerca de San Farón, véase Beaumier-Besse, Abbayes et prieurés de France, vol. I, pp. 304 ss. y Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 477. En la imagen, vidriera de san Farón entregando la tierra a san Fiacro.