San Eustacio nació en Side, en Panfilia. Según afirma san Atanasio, confesó ante los perseguidores la fe de Cristo. Era un hombre sabio, elocuente y virtuoso. Elegido obispo de Beroea, en Siria, atrajo sobre sí las miradas de la Iglesia. Más tarde, fue trasladado a la sede de Antioquía, que sólo cedía en dignidad a las de Roma y Alejandría y era la tercera del mundo. Poco después de ocuparla, asistió al Concilio de Nicea, donde fue acogido con grandes honores y se distinguió por su oposición al arrianismo.
En medio de sus trabajos por los otros, no olvidó que la verdadera caridad empieza por sí mismo y trabajó ante todo por su propia santificación. Pero no por cuidar de su jardín guardaba para él toda el agua de la gracia, sino que la dejaba correr también por los huertos de sus prójimos a fin de que llevase la fecundidad por doquier. En las diócesis que estaba encargado de gobernar, distribuyó hombres capaces de instruir y sostener a los fieles. El santo se alarmó al enterarse de que Eusebio, el obispo de Cesarea (es decir, el que llamamos «Padre de la historia eclesiástica»), favorecía la nueva herejía. La desconfianza que mostró san Eustacio por la doctrina de ése y otros obispos, así como su acusación en el sentido de que habían alterado el Credo de Nicea, provocaron contra él las iras de los arrianos, quienes consiguieron deponerlo hacia el año 330.
Antes de salir de Antioquía el pastor congregó a su grey y la exhortó a mantenerse fiel a la verdadera doctrina. La exhortación fue tan eficaz que se formó un grupo de «eustacianos» para preservar la pureza de la fe y negar el reconocimiento a todos los obispos que enviasen los arrianos. Desgraciadamente, esta lealtad degeneró más tarde en sectarismo contra los prelados ortodoxos. San Eustacio fue desterrado con algunos sacerdotes y diáconos a Trajanópolis de Tracia. No sabemos con exactitud el sitio ni la fecha de su muerte.
La mayoría de sus copiosos escritos se perdió. Entre las obras suyas que se conservan, la principal es una disquisición contra Orígenes, en la que critica los poderes de la pitonisa de Endor (ISam 28,7-23). Sozomeno recomienda las obras de San Eustacio por su estilo y contenido. Pero nada muestra mejor la virtud del santo que la paciencia con que sobrellevó las acusaciones calumniosas que se le hicieron en cosas de importancia y, después, la deposición y el destierro. San Eustacio fue más grande en la desgracia de lo que había sido cuando sus virtudes brillaban pacíficamente en el gobierno de su sede. Su nombre aparece en el canon de las misas siria y maronita.
A partir del estudio del canónigo Venables (A dictionary of Christian Biography, vol. II), se ha escrito mucho sobre las controversias en las que san Eustacio participó en forma tan prominente. Baste con mencionar aquí las bibliografías del Dictionnaire de Théologie Catholique, vol. V, cc. 1554- 1565 y del Lexikon für Theologie und Kirche, vol. III, c. 864. Ver sobre todo F. Cavallera, Le schisme d'Antioque (1905); L. Duchesne, History of the Early Church, vol. II (1912); y R. V. Sellers, Eustathius of Antioch (1928). No es posible localizar con certeza la antigua ciudad de Trajanópolis, en Tracia, que podría corresponder tanto a sitios de la actual Bulgaria como de Grecia.