Lo poco que la historia contemporánea tiene que decirnos sobre san Benón, obispo de Meissen, consiste en algunas referencias aisladas sobre él en crónicas y archivos. En el año 1066, era uno de los canónigos en la iglesia colegiata imperial de Goslar, cuando fue nombrado obispo de Meissen. Debido a que se mostró favorable a los nobles sajones en su rebelión contra Enrique IV, estuvo encarcelado un año, a pesar de que no parece haber tomado parte activa en la lucha. Al quedar en libertad, se identificó con los partidarios del Papa Gregorio y, en 1085, durante el sínodo de Mainz, fue depuesto de su sede por la asamblea de los prelados alemanes que, en su mayoría, estaban sujetos al emperador. Sin embargo, tres años más tarde volvió a ocupar la sede, gracias a los buenos oficios del antipapa Guiberto, a quien Benón había prometido sumisión. En 1097, cuando ya había decaído el poder del emperador y se afirmaba el del Papa Urbano III, Benón volvió a cambiar de actitud y se declaró partidario del verdadero Papa.
Hasta ahí lo que nos dicen de él los historiadores de su tiempo, pero los de épocas posteriores produjeron extensas y pintorescas biografías, fundadas sobre todo en la tradición y la leyenda. Según éstos nació en el año 1010 en Hildesheim y fue hijo del conde Federico de Bultenburg, quien confió la educación de Benón a su pariente san Bernward, obispo de Hildesheim. Con el tiempo, le nombraron obispo de Meissen y se dice que lo consagró san Annon de Colonia. Los biógrafos se deshacen en loas a san Benón por los múltiples beneficios que procuró para su diócesis. Jamás había tenido Meissen un prelado tan magnífico. Vigiló con diligencia a su rebaño, impuso la disciplina a sus clérigos, visitó regularmente sus iglesias, dio con liberalidad a los pobres, puso el ejemplo con su santa vida de asceta, restableció el canto del oficio divino por parte del público e introdujo en su iglesia los cánticos que se acostumbraban en Hildesheim. Como era muy afecto a los bellos sonidos de la música, cierto día en que caminaba por los campos, se sintió molesto por el áspero croar de las ranas y, con tono imperioso les mandó callar. Inmediatamente le vino a la memoria el versículo de un cántico: Benedicite, cete, et omnia quae moventur in oquis, Domino (Vosotras, ballenas y todos los que os movéis en las aguas, bendecid al Señor). Entonces se dirigió a las ranas y los sapos, ahora silenciosos, les retiró la prohibición y les pidió que cantasen alabanzas a Dios, a su manera.
Sus benéficas actividades quedaron suspendidas durante algún tiempo a causa de la pena de prisión que le impuso el Emperador, pero las reanudó tan pronto como estuvo en libertad. Se dedicó con empeño a combatir la simonía que, junto con la cuestión de las investiduras, constituía el centro de la disputa entre Enrique IV y el Papa Gregorio VII. No obstante que se le llamó, al igual que a los otros prelados alemanes, para que asistiera al Concilio de Worms, donde, bajo la presión del Emperador, tuvo la osadía de deponer al Papa, no tomó parte en los debates; pero entonces cayó en la cuenta de que eran inútiles los esfuerzos para oponerse a tan poderosos enemigos y decidió escapar de Alemania para refugiarse en Roma, en donde fue calurosamente recibido. Antes de partir, envió un mensaje a los canónigos de Meissen, con instrucciones para que echasen al río Elba las llaves de su catedral, tan pronto como se enterasen de que, como él lo preveía, el emperador Enrique había sido excomulgado. Los canónigos obedecieron; pero en cuanto la tormenta se apaciguó lo bastante para que san Benón pudiese regresar a su sede, se dice que las llaves fueron recuperadas, gracias a que un pescador llevó a la cocina del obispo un pez atrapado en el Elba, que había guardado las llaves prendidas en su aleta.
San Benón murió alrededor del año 1106 y fue canonizado en 1523. Esta canonización provocó una violenta diatriba de Martín Lutero, titulada «Contra el nuevo ídolo y el viejo diablo, que tratan de instalar en Meissen». Cincuenta y tres años más tarde, cuando Meissen era ya una ciudad protestante, las reliquias de san Benón fueron trasladadas a Munich, ciudad ésta de la que sigue siendo el patrón principal. Los materiales para la biografía de san Benón no son, de ninguna manera, satisfactorios. La extensa vida escrita por Jerónimo Emser, que ocupa veinticuatro folios en el Acta Sanctorum, junio, vol. IV, fue escrita a principios del siglo dieciséis y, a pesar de que pretende estar fundada en datos antiguos y auténticos, no inspira mucha confianza.