Cuando el rey Aistulfo gobernaba Italia, su cuñado Anselmo, duque de Friuli, le acompañó en sus campañas militares. El duque no sólo era un valiente soldado, sino también un fervoroso cristiano. Primero fundó un monasterio y un hospital en Fanano, en la provincia de Módena y más tarde, una gran abadía a unos treinta kilómetros al sur de Nonantola.
Deseoso de consagrarse enteramente a Dios, san Anselmo fue a Roma, donde tomó el hábito de san Benito y fue nombrado abad de la nueva comunidad. El papa Esteban III le dio también permiso de trasladar a Nonantola el cuerpo del papa san Silvestre. Aistulfo enriqueció mucho la abadía y le concedió grandes privilegios, de suerte que se hizo famosa en toda Italia. El abad Anselmo llegó a gobernar a más de mil monjes. Igualmente estaba encargado de un gran hospital y de un albergue para los enfermos y peregrinos que él mismo había construido cerca del monasterio, en honor de san Ambrosio.
Desiderio, el sucesor de Aistulfo, desterró al santo abad a Monte Casino, donde pasó siete años; pero Carlomagno le restituyó a Nonantola, y allí murió, ya muy anciano, después de haber pasado cincuenta años en religión.
El P. Barlotti publicó con muchas ilustraciones (Antica vita di S. Anselmo di Nonantola, 1892) la corta biografía latina de san Anselmo, que había sido ya editada varias veces (por Mabillon, Muratori y MGH).