Aniceto fue el 11º Obispo de Roma -que aun no se llamaba «Papa»-, sucesor de san Pío I, entre el 155 y el 166, aunque las fechas deben tomarse como aproximación, ya que no es posible establecer de manera inequívoca la cronología de este período. El «Liber Pontificalis» dice que nació en Emesa, en Siria, pero tenemos pocos detalles sobre él o sobre su pontificado que podamos considerar ciertos. Dentro de los más seguros está que participó en las controversias con el Gnosticismo, movimiento herético que comenzaba a tomar más y más fuerza en la Iglesia (y aun duró por varios siglos), y que a este propósito tuvo contacto con san Hegésipo, el primer historiador de la Iglesia, que con sus escritos buscaba refutar el gnosticismo, acentuando el carácter histórico de la tradición apostólica.
Sin duda uno de los hechos más importantes del papado de san Aniceto es su encuentro con san Policarpo, obispo de Esmirna. Es difícil saber cuándo ocurrió, porque la cronología de la vida y pasión de san Policarpo es hasta más confusa que la de Aniceto, si cabe, pero lo cierto es que Policarpo estuvo en Roma para aclarar con el obispo de Roma algunos puntos controvertidos entre las iglesias de Oriente y la de Roma, y uno de ellos muy importate era el de la fecha en que debía celebrarse la Pascua: san Policarpo, retrotrayéndose a su maestro san Juan el Apóstol, celebraba la Pascua el día 14 de Nisán (por eso se llamaban «cuartodecimanos»), independientemente del día de la semana en que cayera -que es como se hacía mayoritariamente en Oriente- mientras que en Roma se celebraba siempre en domingo (que es la costumbre que finalmente prevaleció con los siglos). Puesto que no pudieron convencerse uno al otro, resolvieron «separarse unidos por los vínculos de la caridad», aunque conservando cada comunidad su costumbre.
Hay también decretos y decisiones disciplinares que le atribuye el «Liber Pontificalis» a san Aniceto, como por ejemplo la prohibición a los clérigos de usar el pelo largo o barba, pero es poco probable que puedan pertenecer a su pontificado. Ya desde antiguo se le atribuyó también el título de mártir, e incluso así figuraba en el Martirologio Romano anterior; sin embargo, no hay verdadera evidencia de ello, y en la actualidad no se lo considera tal, como puede verse en el elogio del Martirologio Romano vigente, aunque, como señala Butler, «quizás adquirió el título de mártir debido a los sufrimientos y pruebas que soportó».
Basado en Butler-Burns (ed. 1999), Catholic Encyclopedia y Mathieu-Ronsay («Los Papas...», ed. Rialp).
Imagen: Fresco de Sandro Boticelli, 1481, en la Capilla Sixtina.