Era natural de Mittelbronn, en Lorena, donde nació el 22 de noviembre de 1822. En su adolescencia, opta por la vocación eclesiástica e ingresa en el seminario de Pont-a-Mausson, dirigido por los dominicos. Por su influencia se hace terciario dominico. Pero en su interior sentía una voz poderosa que le llamaba a la evangelización de los infieles y decide por ello en 1846 ingresar en el seminario de Misiones Extranjeras de París. Aquí concluye los estudios y se ordena sacerdote el 29 de mayo de 1847. Seguidamente y con la esperanza del martirio se ofrece a las dificilísimas misiones del Tonkín. Llegado a este país, tiene que dedicar los primeros meses al conocimiento del idioma, luego acompaña al Vicario Apostólico en una gira por los diferentes puestos misionales y finalmente se le asigna el de Bau-No en la provincia de Xu Doal. Su salud no era buena pero puso lo mejor de sí mismo en la tarea misionera, atendiendo a los fieles, y preparando para el bautismo a 23 catecúmenos, a los que pudo administrar el sacramento con gran alegría de su corazón. La persecución se hizo muy intensa en 1851, pero él no dejó de ejercer su ministerio por los pueblos y aldeas de su distrito. En una de ellas estaba el 2 de marzo cuando fue delatado y arrestado. El día 23 de marzo compareció ante el tribunal, que le interrogó por las razones de su presencia en el país. El misionero confesó su fe cristiana y sus propósitos evangelizadores, y ello le valió la sentencia de muerte, que necesitaba ser confirmada por el rey.
Le esperaba una horrible prisión junto a presos comunes, en un calabozo hediondo, con la canga al cuello y grilletes en las manos y pies. Comprando a los carceleros, lograron los cristianos que pasara a una celda individual. Y lograron también que pudiera entrar un sacerdote en la prisión y administrarle el sacramento de la penitencia. Llegada la confirmación de la sentencia el 11 de abril, se fijó el 1 de mayo para la ejecución. Cuando fue sacado para ir al sitio del martirio, llevaban delante de él un rótulo en el que se expresaba que era condenado a muerte por haberse introducido en el país y haber predicado una religión prohibida. El sacerdote llevaba en sus manos un crucifijo que besaba repetidamente. Al llegar al sitio señalado, hubo de dejar sus ropas y sobre ellas colocó el crucifijo. Se arrodilló y ofreció su cuello, que fue cortado de tres golpes. Al día siguiente un cristiano logró llevarse el cadáver a su casa. Fue canonizado con los demás mártires del Vietnam el 19 de junio de 1988.