En la colina de los Mártires de Nagasaki, el 12 de julio de 1626, fueron martirizados por el nombre de Jesús ocho cristianos: cuatro hombres, tres mujeres y un niño. Las mujeres y el niño fueron degollados, los hombres fueron quemados a fuego lento. Todos ellos confesaron intrépidamente la fe de Jesucristo, y fueron beatificados por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Matías (Cisayemón) Araki era miembro de una noble familia, ya cristiana al tiempo de su nacimiento. Él y su hermano el beato Mancio vivían en Coxinotzu, reino de Arima. Decidieron ambos hospedar al beato Francisco Pacheco, provincial de la Compañía de Jesús en el Japón, pensando que su casa, por estar en un sitio lejano y oculto, sería segura. Pero la delación de un traidor trajo consigo su arresto, prisión en Ximabara y condena a muerte por negarse a apostatar del cristianismo.
Juan Nagai Naisen era de noble familia de Ximabara y, cristiano desde su nacimiento, en la adolescencia hizo el propósito de vivir siempre cristiano y llegar al martirio si era menester con tal de mantener la fe. A los 24 años contrajo matrimonio con Mónica y tuvieron un hijo y dos hijas. El matrimonio decidió abrir su casa a los misioneros y correr los riesgos que ello llevaba. Distribuyó los bienes a los pobres y se quedó con lo necesario. Acogió a Juan Bautista Zola en otoño de 1622, y avisado de que levantaba sospecha preparó la huida del misionero la noche del día 22, pero al mediodía la casa fue asaltada por guardias y todos quedaron arrestados. Tras ser sometido a interrogatorio y juicio y haberse mantenido firme en la fe, desnudaron ante él a su mujer Mónica y amenazaron con violarla delante de él si no apostataba. Aterrorizado, Juan se avino a lo que se le pedía y él y su mujer quedaron libres. Pero arrepentido enseguida, hizo penitencia y decidió presentarse nuevamente al gobernador y confesar la fe. Así lo hizo, y otra vez con su mujer y sus hijos fue llevado a la cárcel de Omura donde padecería muchísimo y de donde salió para el martirio.
Mónica Nagai era de familia noble y cristiana fervorosa. Casada con Juan Nagai, compartió la fe y las opciones religiosas de su esposo y cuando fue encarcelada e interrogada se negó a apostatar. Torturaron delante de ella a sus dos hijas pequeñas pero no renegó por ello, y salía ya para el martirio cuando sus hijas le fueron quitadas dejando con ella a su hijo Luis. Había soportado con increíble fortaleza el tormento del agua regurgitada. Al llegar a la colina del martirio vio a su esposo atado ya al poste en que iba a ser quemado; se puso de rodillas y se dedicó a orar. Luego fue decapitada.
Luis Nagai era un niño de siete años, hijo de Juan y Mónica, que estaba siendo educado en la fe por sus padres. A causa de las duras condiciones de la cárcel estaba tan débil que un soldado hubo de llevarlo en brazos al sitio del martirio. El soldado lo soltó y el niño corrió a buscar a su madre, que estaba orando. La madre no interrumpió la oración y entonces desde el poste el padre le dirigió palabras de aliento. Asistió espantado a la decapitación de su madre y estaba mirando su cabeza cortada cuando él mismo fue degollado.
Pedro Arakiyori Chobioye era un fervoroso cristiano que vivía en Coxinotzu y que daba albergue en su casa al hermano jesuita Gaspar Sadamatzu, motivo por el que fue arrestado, sometido a interrogatorios y torturas para que apostatara, pero se mantuvo firme en la fe. De la cárcel fue sacado para ser quemado vivo en la colina de Nagasaki.
Susana Arakiyori era la esposa de Pedro, con quien estuvo de acuerdo en hospedar en su casa al jesuita, que, cuando fue hallado, sirvió de motivo para su detención. Se la aisló para ver si su resistencia se venía a menos, y al no apostatar, fue paseada desnuda por las calles, colgada por los cabellos de la rama de un árbol y teniendo a su hijita pequeña desnuda y muerta de frío a sus pies; así estuvo ocho horas sin que la resistencia de la mártir se viniera abajo. Se le hizo entonces el tormento del agua regurgitada y luego se la ató a la pared con una argolla, debiendo estar así los meses siguientes hasta su martirio. A la salida para el mismo le quitaron la niña.
Juan Tanaka había nacido en el seno de una familia ya cristiana y era un cristiano convencido y fervoroso desde su juventud. Preparado por los jesuitas pudo ser catequista y puso lo mejor de sí mismo en el desempeño de este encargo. Casado con Catalina, ofreció su casa para albergue de los misioneros, lo que sirvió de motivo para su detención y posterior martirio, puesto que hallaron en su casa al P. Baltasar Torres y al hermano Miguel Tozó, ambos jesuitas. Llegado al lugar del martirio, fue atado al poste y, prendido el fuego, las cuerdas se quemaron y se vio suelto. Entonces le dio un abrazo al cadáver del Beato Mancio Araki; luego besó las manos de los otros mártires que estaban siendo quemados y a la vista de todos volvió a su poste y allí consumó su martirio.
Catalina Tanaka era la esposa de Juan, Participaba de sus mismos sentimientos religiosos y estuvo de acuerdo en acoger misioneros en su casa. Arrestada y encarcelada, se negó a apostatar y se mantuvo fiel a Cristo hasta que fue degollada.