La comunidad cristiana de Yonezawa, ciudad situada al norte del Japón, en los "reinos del norte", fue iniciada por un samurai cristiano bautizado en Edo (Tokio). Desde su hogar cristiano, fue expandiendo la fe por toda la comarca, predominantemente budista, con la ayuda de algún misionero escondido o que pasaba para administrar los sacramentos. Dos son los samurais que encabezan el grupo: Luis Amagasu Uyemon y Pablo Nizhihori Shikibu. Sus esposas e hijos colaboraron en la evangelización entre amigos y conocidos, convirtiendo también a algunos bonzos, y permanecieron firmes durante el martirio. Los misioneros ocultos o de paso, dejaron constancia de los hechos por medio de cartas y relaciones.
El grupo de los cincuenta y tres mártires, todos ellos seglares, se divide por familias -esposos, hijos y sirvientes- y por lugar de procedencia. De todos ellos se conserva el nombre y otros datos esenciales: edad, etc. Entre ellos, hay ancianos y jóvenes, esposos y muchos niños pequeños, de entre uno y trece años de edad.
Los cincuenta y tres mártires fueron sacrificados en la misma fecha, el 12 de enero de 1629, conforme iban llegando los grupos al lugar del suplicio. No hubo encarcelamiento ni fugas. Murieron todos dando testimonio cristiano, en medio del silencio y las lágrimas de amigos y conocidos, cristianos y paganos. El shôgun Yemitsu, desde Edo, había dado la orden de eliminar a los cristianos, pero fue el "daimyó" Uesugi Sadakatsu de Yonezawa, quien llevó a cabo la orden. A todos se les ofreció la libertad si apostataban.
El primer grupo en ser sacrificado fue el del samurai Nishihori, decapitado con toda su familia y sirvientes (esposas y niños pequeños). Al recibir la noticia de que serían ejecutados, se vistieron de fiesta, tomaron su rosario y pasaron en oración las últimas horas. El camino hacia el lugar del martirio estaba cubierto de nieve. Antes de ser decapitados, todos besaron un medallón del Santísimo Sacramento, presentado por un cristiano, repitiendo tres veces: "Alabado sea el Santísimo Sacramento".
El samurai Pablo Nishihori había instruido y bautizado a cuatro no cristianos la víspera de su martirio. Antes de ir al lugar del suplicio, tomó un dibujo de la Virgen y lo puso en la funda en lugar del puñal, además de colocarse el rosario al cuello. De otros grupos se van narrando detalles de delicadeza, alegría, vida familiar y espiritual antes del martirio y en el mismo martirio.
De todos los grupos también se dan detalles precisos, con la edad de los niños y el grado de parentesco. Son familias enteras alentándose mutuamente para dar testimonio de fe, orando, predicando la fe, ofreciéndose en sacrificio...
La niña Tecla, de trece años, hija del samurai Simón Takahashi, escapó de quienes la querían hacer apostatar y corrió hacia donde se habían llevado a su padre; llegando al lugar donde la nieve estaba teñida de sangre, se quitó las botas de paja para acercarse con respeto y unirse al martirio de su padre; los dos oraron antes de ser decapitados. Ignacio Iida arregló la cabellera de su esposa antes de ser decapitada juntamente con él. Miguel A. Osamu, de trece años, hijo de Antonio Anazawa, mientras oraba, se arregló él mismo el cabello para ofrecer su cuello desnudo al verdugo. Cándido Bozo, de catorce años, defendió su fe ante las repetidas ofertas de libertad si apostataba, diciendo: "Si para vivir he de apostatar, no quiero la vida".
Extractado de la presentación realizada por monseñor Juan Esquerda Bifet, OR, edición en lengua española, 28 de noviembre de 2008, p. 10.