Poseemos muy pocos datos acerca de la vida del beato Pedro, debido a que los archivos del convento de Cortona, donde vivió la mayor parte de su vida, quedaron destruidos durante un incendio. Nació en Tiferno (Cita di Castello), en 1390, en el seno de la familia Capucci. A los quince años tomó el hábito de Santo Domingo. En el convento de Cortona, donde hizo el noviciado bajo la dirección del beato Lorenzo de Ripafratta, conoció a san Antonino y a Fra Angélico. El beato Lorenzo le recomendó que se dedicase más bien a la contemplación que a la acción, pero las lecciones del Breviario hacen notar que Pedro estaba siempre pronto a ejercitar los ministerios sacerdotales con cuantos se lo pidiesen, tanto dentro como fuera del monasterio.
Se refieren varios milagros obrados por este beato. Una vez, encontró en la calle a un hombre de mala vida y le detuvo para decirle: «¿Qué maldad estás tramando? ¿Cuánto tiempo vas a seguir añadiendo pecado sobre pecado? No te quedan más que veinticuatro horas de vida, al fin de las cuales, tendrás que dar cuenta a Dios de tus actos». El hombre se intranquilizó, pero no hizo caso. Aquella misma noche sufrió un grave accidente y, en seguida mandó llamar al beato Pedro, con quien se confesó humildemente antes de morir. El beato solía predicar con una calavera en la mano. Su culto fue confirmado por Pío VII.
Ciertamente el Beato Pedro nunca fue muy famoso. No se le menciona en la larga lista de nombres que figuran en la obra de G. Michele Pio, Delle vite degli huomini illustri di S. Domenico (Bolonia, 1607). Tenemos, pues, como referencia simplemente las lecciones del breviario dominicano, el Année Dominicaine, y resúmenes como el de Procter, Lives of the Dominican Saints, pp. 294-297. Véase también Taurisano, Catalogus Hagiographicus O.P.