Mariano Arciero nació en Contursi, en la provincia italiana de Salerno, el 26 de febrero de 1707, de Matías Arciero y Autilia Marmora, que eran campesinos, y pudieron, en su pobreza, darle una sólida formación cristiana. A pesar de que la ida del beato siguió otro camino que los rebaños que cuidaba de pequeño, nunca dejó de recordar que en la infancia su madre sostenía el hogar llevando el agua a las casas, él la acompañaba en la recogida de racimos y olivas, que, tras la recolección, se dejaban a los pobres.
Desde pequeño se despertó en él un deseo de piedad, y una vivaz inteligencia, fuera de lo común, así que a los ocho años es llevado a Nápoles por su preceptor Emanuel Parisi, quien lo formó durante toda su juventud. El propio Emanuel abrazó la vida consagrada, y fue seguido por su discípulo, quien en 1731 era ordenado sacerdote.
Llegó a poseer tan vasta cultura teológica, conocimiento de la Sagrada Escritura y formación humanística, que era llamado "la biblioteca de Dios". Fue encargado de la formación del clero de Nápoles, y en esta tarea predicaba con el ejemplo, y transmitía a los futuros sacerdotes la convicción de que "el sacerdote debe tener una bondad por encima de lo excelente. Son la santidad y el buen ejemplo de los sacerdotes los que edifican y convierten a los fieles, así como, por desgracia, es su mala conducta la que se convierte en veneno, contamina el agua de manantial de la gracia divina", como recuerda el Card. Amato en la misa de beatificación. Según el beato, no basta ni siquiera la santidad ascética de los antiguos monjes, es el contacto con los fieles lo que santifica a los sacerdotes.
Su propia vida era ejemplo de ello: como catequista, recorría las calles y traía a los pequeños con juegos y canciones, y por este medio llegaba a la enseñanza de la fe y la piedad, empleando en ellos tantas horas cuanto fueran necesarias. Se recuerdan días de catequeses donde empleaba con los niños más de seis horas. Asimismo tenía escrito un texto sencillo para apoyar la catequesis: "Pratica della Dottrina Cristiana, in dodici istruzioni in dialoghi".
«Los pobres -recuerda el Card. Amato- eran su otro campo de apostolado, siempre estaba dispuesto a atender las necesidades de los indigentes», y puede decirse que repartía tanto entre ellos, que vivía él mismo de la limosna, vestía con digna simplicidad, comía muy poco, así como muy poco tiempo dedicaba al sueño. Sin embargo era consciente de que no eran sus obras las que lo santificaban, así que respecto a los elogios que recibía, un día dijo: "Esta gente cree que yo soy santo; pero no saben que se requiere demasiado para ser santo. Yo tengo ochenta años de vida, y no sé si he hecho un solo acto bueno de amor a Dios".
Murió tal como él mismo lo había predicho, el 16 de febrero de 1788, a las 16 hs. En aquel mismo momento, santa María Francisca de las Cinco Llagas, santa napolitana contemporánea del beato, exclamó "Acabo de ver el alma de Don Mariano que era transportada al cielo, y era coronada por dos ángeles, que llevaban dos coronas, y a Jesús y a María Santísima que lo bendecían". Fue beatificado en julio de 2012.
Ver la vida del beato en el sitio a él dedicado (en italiano), resumida por el P. Francisco Rivieccio, postulador de la causa, así como mucho material adicional, y la homilía del Card. Amato en la misa de beatificación, reseñada en L'Osservatore Romano en lengua española del domingo 22 de julio de 2012, pág 11; también puede leerse completa (en italiano) en el sitio antedicho.