Juan Soreth nació en Normandía hacia el año 1405. A los dieciséis años, tomó el hábito de los carmelitas. Después de su ordenación, fue a estudiar a la Universidad de París, donde obtuvo el grado de doctor, en 1438. Dos años después, fue nombrado provincial de su orden en Francia. Durante su provincialato, tuvo que intervenir en una disputa que surgió entre los frailes mendicantes y la Universidad de París, así como en un cisma entre los carmelitas de la provincia de Alemania inferior. En ambos casos tuvo éxito, por lo que fue elegido unánimemente superior general de la orden, en 1451. Se le confirmó el generalato en 1456, 1462 y 1468 y siempre desempeñó sus arduas obligaciones con celo infatigable. La Orden del Carmelo, como tantas otras órdenes mendicantes, necesitaba urgentemente una reforma, debido en parte a los estragos que habían producido la «peste negra» y el cisma de Occidente. La decadencia del fervor de los frailes se manifestaba sobre todo en la falta de pobreza personal, en la dispensa del coro y de la mesa común, concedida a quienes estaban dedicados a la enseñanza y, en toda una serie de «privilegios» o dispensas de la observancia de una regla que los frailes habían abrazado voluntariamente para gloria de Dios y bien de sus almas.
El beato Juan fue un precursor de santa Teresa. Aunque no se puede decir que haya sido el primero en intentar la reforma, tuvo el mérito de no poner en peligro la unidad de la orden con su actividad reformadora. Los reformadores religiosos y todos los otros, encuentran oposición aun por parte de los hombres de buena voluntad. El P. Soreth estableció en todas las provincias que visitó uno o dos conventos de estricta observancia de las constituciones y permitió que todos los frailes que lo desearan pudiesen trasladarse a dichos conventos. Para ayuda de sus súbditos publicó, además, una edición revisada de las constituciones, en 1462. También fundó varios conventos de religiosas carmelitas. Emprendió esa actividad en 1452, cuando varias comunidades de «beguinas» de los Países Bajos pidieron la anexión a la Orden del Carmelo. El beato Juan les impuso la regla masculina, a la que añadió únicamente algunas disposiciones relativas al sexo y estado de las religiosas. El primero de tales conventos fue el de Gueldre, en Holanda, al que siguieron los de Lieja, Dinant, Huy, Namur, Vilvorde y otros más. A fines del siglo, el movimiento se había extendido a Italia y España, donde más tarde había de alcanzar el zenit de su gloria.
Los esfuerzos del beato Juan en la reforma de los conventos masculinos sólo obtuvieron un éxito parcial. A pesar de ello, el papa Calixto III, reconociendo la santidad y habilidades del beato, trató de hacerle obispo y cardenal. Pero el P. Soreth no había predicado a otros la humildad a expensas de la propia; la Santa Sede aceptó su negativa y le permitió continuar su tarea. En el desempeño de su cargo, el beato viajó por Alemania, Inglaterra, Italia, Sicilia y el resto de Europa. Generalmente iba acompañado de un fraile y de un mulero. Su rostro estaba tan tostado y curtido, que las gentes le llamaban «el negro» y aun «el diablo». El P. Juan iba todos los años a Lieja, que estaba entonces muy lejos de ser una ciudad tranquila y apacible, y se interesaba mucho por los asuntos de la ciudad. Cuando Carlos el Temerario saqueó a Lieja, en 1468, el beato, a riesgo de su vida, sacó el Santísimo Sacramento de una iglesia para evitar que las tropas lo profanasen. Un benedictino de aquella época escribió: «Era un hombre muy versado en las ciencias sagradas y en la filosofía profana. Pero la mayor de sus cualidades era su espíritu religioso y su bondad, que hicieron de él la gloria de su orden y el más ilustre de los reformadores del Carmelo. Como lo mostraban su ejemplo y sus palabras, había alcanzado ese estado de despego total de las vanidades del mundo, al que sólo llegan las almas escogidas. Era un modelo de observancia regular y de virtudes cristianas».
Aunque ya existían antes de él algunas cofradías locales, la institución de la tercera orden del Carmelo se debe fundamentalmente al beato Juan. En 1455, publicó en Lieja una especie de regla para los terciarios; aunque con muchas adiciones, dichas normas siguen siendo todavía la base de la regla de los terciarios carmelitas calzados. El beato murió en Angers, el 25 de julio de 1471. Se ha dicho que fue envenenado por un fraile que se oponía a la reforma; pero tal acusación es falsa. El P. Juan Soreth, consumido por el trabajo y los viajes, falleció a causa del cólera que contrajo al comer fresas poco maduras. Desde su muerte, el pueblo cristiano comenzó a venerarle. El proceso de beatificación de la beata Francisca de Amboise renovó, en 1863, la memoria del P. Soreth, y la Santa Sede confirmó su culto en 1865.
Muchos de los principales documentos relativos al P. Soreth se hallan reunidos en Monumenta Historica Carmelitana de Zimmerman (1907) ; véanse particularmente las pp. 410-411. También hay un esbozo biográfico del beato en la obra del P. Daniel, Speculum Carmelitarum, reproducido en Analecta Ordinis Carmelitarum, vol. XI, pp. 24 ss., con algunas notas importantes. Cf. Francis, Les plus vieux textes du Carmel, donde se halla el original de la regla de los terciarios, pp. 236-243. Decreto de confirmación de culto en ASS 01 (1865-1866) pág. 654)