Joven cristiano, Juan Bernardo Rousseau hace el catecismo en su pueblo natal de Borgoña, Francia, cuando le presentan a los Hermanos de las Escuelas Cristianas que acaban de abrir una escuela en una ciudad vecina. Entra en el noviciado de París en 1822. Después de diez años de enseñanza en las escuelas elementales, en Francia, el Hermano Scubilion se va de Francia en 1833 para consagrar los treinta y cuatro años de vida que le quedan a los esclavos de la isla de la Reunión, en el Océano Índico.
Le llaman el «catequista de los esclavos»; inaugura clases de noche para ellos, y son numerosos los que vienen, aun después de una dura jornada de trabajo. Inventa programas y técnicas especialmente adaptadas a sus necesidades y a sus capacidades, para poder enseñarles lo esencial de la doctrina y de la moral cristianas y prepararles a recibir los sacramentos. Gana su amistad con sus actitudes cordiales y llenas de respeto hacia ellos. Después de la emancipación de los esclavos en 1848, continúa ocupándose de ellos y les ayuda a adaptarse a su nueva vida de libertad y de responsabilidad.
Durante los últimos años de su vida, a pesar de su salud delicada, colabora con el clero local cuando va a visitar a los enfermos, granjeándose el corazón de los pecadores, animando las vocaciones y hasta haciendo lo que parece curaciones milagrosas. Cuando fallece se le venera en toda la isla como a un santo. Fue beatificado el 2 de mayo de 1989.