Jacobo Salomoni, hijo de una noble familia, nació en Venecia, en 1231. Jacobo, que era muy joven cuando murió su padre, fue educado por su madre y por su abuela, y aquélla se retiró, al cabo de algún tiempo, a un convento cisterciense. A los diecisiete años, Jacobo, que había sido siempre muy piadoso, distribuyó sus bienes entre los pobres e ingresó en la Orden de Santo Domingo. Muy contra su voluntad, tuvo que ejercer el cargo de prior en los conventos de Forli, Faenza, San Severino y Ravena. Después se retiró al convento de Forli, donde llevó una vida de gran austeridad, dedicado a la oración, a la lectura y al cuidado de los enfermos, por quienes tenía especial cariño. Estudiaba continuamente la Biblia y el martirologio, y afirmaba que el ejemplo de los mártires le daba abundante materia de meditación.
El santo fraile fue arrebatado en éxtasis en varias ocasiones; poseía, además, el don de profecía y curó milagrosamente a varios paralíticos y otros enfermos. Durante cuatro años sufrió de un cáncer muy doloroso, pero llevó la enfermedad con paciencia y alegría. Se dice que el cáncer desapareció poco antes de su muerte, ocurrida el 31 de mayo de 1314, cuando el beato tenía ochenta y dos años de edad. Dios obró, por su intercesión, numerosos milagros. Un año después de la muerte del beato, se formó una cofradía para promover su culto. Clemente VII lo aprobó para Forli, en 1526; Paulo V lo extendió a Venecia y Gregorio XV, con bula del 22 de septiembre de 1621, a toda la Orden de Santo Domingo.
En Acta Sanctorum, mayo, vol. VII, hay una prolija biografía escrita por un contemporáneo del beato; el documento está tomado de un manuscrito.