Viterbo fue el lugar de nacimiento de Jacobo Capocci, quien ingresó a la Orden de los Agustinos a temprana edad. Como prometía ser una eminencia, tanto en piedad como en sabiduría, lo enviaron a la Universidad de París para cursar estudios superiores. Allí asistió a las conferencias de su ilustre compañero el agustino Aegidius Romanus, que había sido discípulo de Santo Tomás de Aquino y era un defensor entusiasta de las doctrinas del Angélico Doctor. A su regreso a Italia, fue por un tiempo instructor de teología entre sus propios hermanos; luego se trasladó por segunda vez a París para obtener su doctorado; dio conferencias en aquella ciudad y, posteriormente se estableció en Nápoles.
Existe constancia de que expresaba solemnemente su convicción de que Dios había enviado al mundo tres grandes maestros para iluminar a la Iglesia Universal: primero al Apóstol Pablo, después a Agustín y en aquellos días al hermano Tomás. En 1302, el Papa Bonifacio VIII lo nombró arzobispo de Benevento, pero sólo unos meses más tarde, el mismo Pontífice lo Irasladó a la sede del arzobispado de Nápoles; allí desempeñó su ministerio con tanto tino, que se ganó la veneración de todos por su virtud y sabiduría. Después de su muerte, en 1308, hubo varias manifestaciones espontaneas del fervor que su grey profesaba a su memoria, y el culto que comenzó entonces, se confirmó en 1911.
Ver la confirmación del culto en Acta Apostolicae Sedis, vol. III (1911), p. 319. Puede obtenerse una idea de la actitud mental del beato Jacobo hacia los problemas que tanto se discutieron en sus días, en su obra De regimine christiano, que fue impresa y editada por H. X. Arquilliere en 1926.