Nace en Igualada (Barcelona) el 15 de junio de 1893 y recibe una esmerada educación cristiana en el seno de su hogar. Quedó huérfano de padre a los 7 años. Como alumno del colegio de los escolapios, sintió el atractivo por la actividad de esta Orden dedicada a la formación cristiana de la juventud. Los escolapios se encargaron de cultivar esta incipiente vocación y se decidió por fin a ingresar en el estudiantado de Irache, de donde pasó a Tarrasa e hÍzo la profesión religiosa el 8 de diciembre de 1914. Prosigue sus estudios y se ordena sacerdote el 17 de septiembre de 1916. Pasó sucesivamente por los colegios de Tarrasa (1918), Villanueva y Geltrú (1918), Olot (1920), y Barcelona, en el colegio de Nuestra Señora (1921), donde estuvo hasta su martirio.
Era músico y pianista. Dedicado por entero a su ministerio, frecuentaba también el postulantado de Alella porque un hermano suyo estaba allí de director. Llegado julio de 1936, pasaba unas vacaciones con su madre en la finca familiar, llamada Can Brunet, en el término municipal de Odena. Desencadenada la persecución religiosa contra edificios y personas a partir del 18 de julio, le aconsejaron se fuera a Barcelona a fin de pasar más inadvertido, pero él no quiso dejar a su madre. Celebraba la misa en la capilla de la casa y se prestaba a dar los sacramentos a los moribundos pese al riesgo. El día 15 de agosto dijo allí la misa y a la mañana siguiente, muy temprano, sin que estuviera su madre, vio venir un grupo de milicianos. Pudo huir, pero registraron la casa y echaron al fuego todos los objetos religiosos de la capilla. Una vez se fueron los milicianos, quedó con la certeza de que le esperaba el martirio y se preparó para él espiritualmente con la oración. El día 16 de septiembre a mediodía vinieron por él, consoló a su madre y se fue con ellos. Tomaron el camino de Odena y le avisaron que iban a fusilarlo. Le dieron tiempo para que se arrodillara y rezara, y apenas empezado el padrenuestro lo abatieron a balazos. Su madre oyó los disparos. Fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el papa Juan Pablo II.