Fue uno de los más ilustres de entre los sacerdotes que sufrieron martirio bajo la reina Isabel. Nació en el norte de Gales, probablemente en Croes-yn-Eris, Denbighshire, aunque se desconoce el año. Estudió en Reims desde 1582 hasta su ordenación en 1585. Vuelve a Gales, donde trabajó con gran celo hasta marzo de 1591 o 92, cuando es arrestado en Holyhead, puerto de Gales, junto con cuatro estudiantes a los que se disponía a enviar, vía Irlanda, al Colegio Inglés de Valladolid. Fue encerrado en una inmunda prisión en el castillo de Beaumaris, y separado de sus compañeros; allí confesó con franqueza que era sacerdote. Después de un mes su santidad y paciencia le ganaron cierta relajación en los controles, e incluso podía reunirse una hora por día con sus compañeros para celebrar misa. El carcelero le era hasta tal punto favorable, que podría haber huído de haber querido. La fama de santidad hacía que vinieran a él católicos de todas partes a consultarle, y que se le allegaran ministros protestantes para sostener disputas.
Cuando fue condenado a muerte entonó el «Te Deum», que fue seguido por sus compañeros. La injusticia de la sentencia era tan evidente, que para acallar murmullos de la gente el juez concedió una prórroga en la ejecución, hasta que la Reina diera el placet. Fue enviado a Ludlow, y allí sufrió una emboscada de los ministros protestantes: con el pretexto de sostener una disputa teológica, lo llevaron al templo protestante, y comenzaron inmediatamente el servicio, lo que querían hacer pasar como una retractación. Pero inmediatamente el beato comenzó a recitar las Vísperas en latín en voz más fuerte que los ministros, y seguidamente expuso en público el engaño al que lo habían sometido.
De Ludlow fue enviado a Bewdley, donde compartió celda con criminales comunes, y de allí pasó por otras prisiones, hasta volver a Beaumaris, donde, para mutuo consuelo, volvió a encontrar a sus compañeros. Allí llevaron por seis meses una vida más de comunidad religiosa que de presidiarios, dividiendo el tiempo entre la oración y el estudio, «con tanta comodidad que parecía más el cielo que la cárcel». Pero para el verano se decidió que el sacerdote debía morir como traidor aunque se le ofreció conservar su vida a cambio de que asistiera a un oficio religioso protestante, a lo que, naturalmente, no cedió. A pesar de la oposición de la gente, entre la que se había ganado fama de santo, la cruel sentencia se llevó a cabo y fue colgado, arrastrado y descuartizado en Beaumaris. Al recibir la soga en el cuello, el mártir dijo: «Tu yugo, Señor, es suave, y tu carga ligera». Su vestimenta manchada de sangre fue rescatada por sus compañeros y preservada como reliquia.
Sus compañeros, que no eran sacerdotes, fueron condenados a prisión perpetua, pero al tiempo pudieron escapar, y el más joven de ellos finalmente fue a Valladolid, donde contó toda la historia del martirio al obispo Yepes, quien la escribió en su «Historia particular de la Persecucion en Inglaterra». Davies fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.
Traducido para ETF -con escasos cambios- de un artículo de Bede Camm, 1908.