Era natural de Dibo, Etiopía, donde nació en 1791. A los 25 años se hizo monje en su religión copta y se dedicó a la enseñanza. Maestro en la escuela de Gondar, fue en su tiempo el más distinguido teólogo. Por su amor a la verdad, estaba en crisis en él el monofisismo, propio d ela Iglesia copta, pero no se había planteado nunca pasar al catolicismo romano.
Fue un viaje a Roma con motivo de haber ido anteriormente a El Cairo en la delegación que pedía al patriarca copto un nuevo obispo para Etiopía el que le puso en contacto con la religión católica. También visitó Jerusalén. Volvió decidido a pasar a la fe calcedonense y a hacerlo personalmente si no quería hacerlo el nuevo obispo designado.
San Justino de Jacobis lo recibió en el seno de la Iglesia católica, y desde su conversión Ghebra Miguel decidió acompañarlo y ser su ayudante. Estudia teología y el santo obispo Jacobis lo ordena presbítero. Decide ingresar también en la misma Congregación de la Misión a la que el obispo pertenecía. Profesor en el seminario católico, publicista de libros en etíope, organizador de la apologética frente a los ataques coptos, hizo cuanto pudo por ser útil a la comunidad católica y contribuir a su expansión.
El obispo copto se quejó al emperador Teodoro del éxito que tenía el obispo católico y junto a él Ghebra Miguel. Esto trajo el arresto del sacerdote en 1854 y su detención en la cárcel a lo largo de trece meses. Juzgado, es condenado a muerte pero el cónsul inglés logra que se le conmute la pena por cadena perpetua. Se procuró entonces su apostasía y para ello fue atormentado terriblemente, sin que el sacerdote se echara atrás. Entonces fue obligado a seguir al rey en sus desplazamientos, yendo a pie y pasando muchas penalidades. Contrajo finalmente una disentería y, como consecuencia, falleció en Cerecca Ghebaba el 14 de julio de 1855. Fue beatificado por el papa Pío XI el 3 de octubre de 1926.