Bartolomé Buonpedoni, a quien sus amigos llamaban Bartolo, nació en Mucchio, cerca de San Gimignano de Toscana, a principios del siglo XIII. Su padre quería que hiciese carrera y contrajese matrimonio, pero Bartolomé, que pensaba de otro modo, entró a trabajar como criado en la abadía benedictina de San Vito de Pisa. Trabajó como enfermero y se distinguió tanto, que los monjes le propusieron que tomase el hábito. En tanto que reflexionaba sobre ello, se le apareció el Señor en sueños y le dijo que ganaría su corona, no como monje, sino aceptando los veinte años de sufrimientos físicos que le esperaban. Después de estudiar un poco en el monasterio, Bartolomé se ordenó hacia los treinta años de edad y fue nombrado párroco de Peccioli. Era terciario franciscano; vivía y desempeñaba su oficio pastoral según el espíritu del santo. En su casa se hospedaba un joven llamado Vivaldo o Ubaldo, el cual se hizo ermitaño después de la muerte de Bartolomé y alcanzó el honor de los altares.
En el año 1280, el beato Bartolomé contrajo la lepra; entonces recordó que el Señor le había predicho veinte años de sufrimientos. Acompañado por el fiel Vivaldo, se retiró al lazareto de Celloli, donde fue nombrado capellán. Aunque la enfermedad le atormentó mucho, nunca le impidió celebrar la misa. Así vivió el beato, con infinita paciencia y sirviendo al prójimo, hasta el 12 de diciembre de 1300. La enfermedad duró exactamente veinte años. Bartolomé fue sepultado en la iglesia de los agustinos de San Gimignano. Uno de los agustinos escribió hacia el fin del siglo un relato de su vida y de sus milagros. Sus reliquias se hallan todavía en esa iglesia. Los habitantes de San Gimignano le llaman «San Bartolo» y «el Job de Toscana». En 1499 fue aprobada la fiesta local, y el culto fue oficialmente confirmado en 1910. Los frailes menores celebran su fiesta el 14 de diciembre.
En el decreto de confirmación del culto (Acta Apostolicae Sedis, vol. II (1910), pp. 411-414, hay un resumen bastante completo de la vida del beato. Allí mismo se dice que Próspero Lambertini (Benedicto XIV) consideraba que el culto había sido ya virtualmente confirmado en 1499 por Alejandro VI. Se encontrarán otros detalles sobre la vida del beato en Wadding, Annales Ordinis Minorum; Mazzara, Leggendario Francescano (1680), vol. II, pte. 2, pp. 681-684. Véase también Léon, Auréole Séraphique (ed. ingl.), vol. xv, pp. 165-169, quien se basa directamente en la biografía de Fray Giunta, escrita, según se dice, en el siglo XIV.