En esta fecha se celebra la fiesta del Beato Antonio Baldinucci en la Compañía de Jesús y en varias diócesis de Italia, donde el beato trabajó. Antonio nació en Florencia. Era el quinto hijo de Catalina Scolari y Felipe Baldinucci. Su padre, que era pintor y escritor, se restableció de una enfermedad, gracias a la intercesión de san Antonio de Padua, y prometió que consagraría a Dios a su próximo hijo. El niño nació en 1665, precisamente en la octava de la fiesta de san Antonio, y recibió aquel nombre en el bautismo. Su padre lo educó desde un principio para el sacerdocio. Los Baldinucci habitaban en la misma casa de la Via degli Angeli, en Florencia, donde san Luis Gonzaga había vivido un tiempo cuando niño y, el recuerdo de este santo ejerció una influencia profunda en Antonio. A los dieciseis años pidió la admisión en la Compañía de Jesús, cosa que le fue concedida, a pesar de que su salud no era muy robusta.
Antonio hubiese querido ir a misionar a las Indias, pero sus superiores le dedicaron a la enseñanza de los jóvenes y a la predicación en las cofradías, primero en Terni y después en Roma. Como sufriese de fuertes jaquecas, sus superiores le enviaron de nuevo a Florencia y, después, a varios colegios situados en el campo. La salud de Antonio empezó a mejorar y comenzó a predicar con gran éxito. A los treinta años recibió la ordenación sacerdotal. Cuando terminó el año de su tercera probación, se ofreció nuevamente para las misiones de las Indias, pero sus superiores no accedieron, sino que le enviaron a trabajar a Viterbo y Frascati. Ahí pasó el beato los treinta años que le quedaban de vida, trabajando sobre todo entre los pobres e instruyendo al pueblo. Para atraer a las gentes, empleaba métodos muy llamativos, semejantes a los que usó san Pedro Claver con los negros y el beato Julián Maunoir con los bretones. En efecto, solía organizar imponentes procesiones, desde diversos sitios hacia el centro de la ciudad, que era donde predicaba, con los penitentes que llevaban coronas de espinas y se disciplinaban. El beato predicaba a menudo con una cruz sobre los hombros o cargado de cadenas y movía a compasión al pueblo al aplicarse feroces disciplinas en las calles. Una vez que había conseguido impresionar a las gentes y hacerse oír, empleaba métodos más ordinarios. A fin de guardar el orden entre las multitudes que acudían a oírle, solía organizar un cuerpo de guardias, escogidos generalmente entre aquellos que llevaban una vida notoriamente licenciosa, con lo cual se los ganaba y conseguía que oyesen sus consejos. Por regla general, la misión terminaba con la quema pública de barajas, dados, imágenes obscenas y otros objetos que fuesen ocasión de pecado. El juego, las venganzas violentas y el libertinaje, estaban a la orden del día pero el celo del padre Antonio lograba conversiones duraderas y le movía a dejar organizadas buenas obras.
Aunque predicaba constantemente misiones, con el trabajo que ello supone, tuvo tiempo para escribir numerosos sermones e instrucciones, por no hablar de su amplia correspondencia. Rara vez dormía más de tres horas y lo hacía siempre sobre un lecho de tablas. Ayunaba tres días por semana. En vista de su prodigiosa actividad, el Papa Clemente XI le dispensó de la recitación del breviario, pero el beato jamás hizo uso de esa dispensa. En veinte años, predicó 448 misiones en trece diócesis de los Abruzzos y de la Romagna. En 1708, fue a predicar la cuaresma en Liorna, por orden del duque Cosme III. Llegó descalzo, vestido con una vieja sotana y con su equipaje sobre los hombros. Los nobles no asistieron al principio a sus sermones, pero el beato acabó por ganárselos, y desde entonces, predicó siempre durante la cuaresma en alguna de las ciudades más importantes de la región. El año 1716 Italia se vio asolada por un hambre terrible, y el beato Antonio trabajó incansablemente por socorrer a los necesitados. Aunque apenas tenía algo más que cincuenta años, estaba consumido por la fatiga y con dificultad pudo soportar aquel esfuerzo. Dios le llamó a Si el 7 de noviembre del año siguiente. Durante una misión que había predicado en Carpineto en 1710, se hospedó en la casa de la familia Pecci, que casi dos siglos más tarde había de dar a la Iglesia al Papa León XIII. Antonio Baldinucci fue precisamente beatificado por dicho pontífice en 1893.
Se conservan muchos detalles de la vida del beato, gracias a las deposiciones de los testigos del proceso de beatificación, así como a las cartas y otros documentos contemporáneos. En Acta Sanctorum, nov. vol. III, hay un buen artículo, aunque un tanto sumario, basado en dichas fuentes. El P. F. M. Galluzzi publicó una biografía voluminosa del beato, apenas dos años después de su muerte. El P. L. Rosa publicó en 1899 una amplia colección de cartas del beato.