Margarita de Lorena, duquesa de Alençon, nació en 1463 en Vaudémont, Francia. Fue educada en la corte por el buen rey Renato de Avignón y su texto de estudio fue la «Leyenda Áurea» y las vidas de los santos, de los cual sacó tal provecho espiritual, que a los 10 años de edad soñaba con ser ermitaña. En 1480, cuando regresó de Lorena, su cuñada asumió el cargo de continuar su educación en forma igualmente piadosa. A los diez años, durante un paseo en el bosque, Margarita se ocultó con algunas compañeras de su edad, y despertó preocupación entre las personas del séquito. Cuando al anochecer la encontraron, confesó que había querido darse a la vida eremítica.
Era todavía adolescente cuando murió el abuelo. Habiendo regresado a Lorena, un año después se casó con el duque de Alençon, que también se llamaba Renato. La vida de los dos esposos no fue fácil, porque los desastres de la guerra de los 100 años angustiaban al pequeño ducado. Peor fue cuando murió Renato de Alençon, dejando a Margarita viuda a los 32 años, con tres hijos todavía de tierna edad. Desde entonces, como mujer fuerte, se dedicó a la educación de los tres huérfanos de padre, que sus parientes quisieron sustraer a su tutela. Pero ella supo hacerlos crecer entre los más prometedores y admirados jóvenes de sangre regia, y finalmente fueron óptimamente casados.
Una vez libre de la obligación para con sus hijos, Margarita de Lorena quiso también librarse del peso del ducado, llevado con escrupulosa abnegación durante los 22 años de viudez. De sus bienes personales hizo tres partes: una destinada a los pobres, otra para la Iglesia, y una tercera parte para su propio sustento. Luego se retiró al castillo de Essai, que se convirtió en un verdadero monasterio, en estrecho contacto con las clarisas de Alençon. El obispo de la diócesis debió de invitar a la duquesa a moderar su celo ascético, que la llevaba no sólo a pasar casi enteras las noches despierta en oración, llevando cilicios, ayunando largamente, sino también a disciplinarse con extremo rigor para probar algo de la Pasión de Jesús, como ella misma solía decir.
Cediendo a las exhortaciones del obispo, Margarita aceptó cambiar de método: se dedicó a curar las llagas de los enfermos en un dispensario abierto por ella en Mortagne. Finalmente ingresó entre las clarisas pobres de Argentan, deseosa de compartir la durísima vida de las hijas de Santa Clara. Después de dos años de ejemplar y austera vida franciscana, enfermó y se preparó para la muerte. Murió como una verdadera clarisa, el 2 de noviembre de 1521, a la edad de 58 años. Sobre el pecho se le encontró una cruz de hierro con tres puntas que se clavaban en su carne. Su culto fue aprobado por SS. Benedicto XV, el 20 de marzo de 1921.