El año de 1215, a los once de edad, la princesa Mafalda o Matilde, hija del rey Sancho I de Portugal, y hermana de las santas Sancha y Teresa de Portugal, se casó con su pariente, el rey Enrique I de Castilla, que era también menor de edad. El matrimonio fue anulado al año siguiente, a causa del parentesco de los cónyuges y Matilde volvió a su patria, donde tomó el velo en el convento benedictino de Arouça. Como la disciplina religiosa estuviese muy relajada, Matilde persuadió a la comunidad para que adoptase la regla cisterciense. La santa era extraordinariamente austera. Consagró su cuantiosa herencia a obras de piedad y de caridad. Entre otras cosas, restauró la catedral de Oporto, fundó un albergue para peregrinos, construyó un puente sobre el Talmeda e instituyó una fundación para el sostenimiento de doce viudas, en Arouça. Cuando comprendió que se aproximaba su última hora, pidió que la recostasen sobre un montón de ceniza, según la costumbre medieval. Sus últimas palabras fueron: «Señor, espero en Ti». Su cuerpo resplandeció con un brillo misterioso y, cuando lo desenterraron, en 1617, estaba tan fresco y flexible como si acabase de morir. El culto a santa Matilde fue confirmado en 1793.
En Acta Sanctorum, mayo, vol. I, hay un artículo sobre santa Matilde, basado pricipalmente en documentos cistercienses. También hay una biografía de las santas Matilde, Teresa y Sancha en «Portugal glorioso e ilustrado», de J. P. Bayao (1727).
N.d.R: distintos autores dan distinto año de confirmación de culto, 1792 o 1793, lo cual no es necesariamente un error, ya que en aquel momento no se confirmaba casi nunca con un decreto específico, sino que puede considerarse "confirmación de culto" la concesión de rito propio, la aprobación de celebrar misa propia en un monasterio de la orden, la extensión del culto a toda la orden, etc. Por eso distintas autoridades pueden tomar uno u otro acto como dicha confirmación.