Aunque cueste creerlo, vivieron en el curso de apenas 40 años tres beatas de este mismo nombre y lugar, todas entre 1220 y 1267; y con sólo el nombre de Beatriz, aunque de otros lugares, siempre en los primeros 50 años del siglo XIII, otras tres beatas y una santa.
La beata de la que hablamos era hija de Azzo VI d'Este y de Sofía de Saboya. Había nacido en Este, en la provincia de Padua, hacia el 1200. Todavía joven entró en el monasterio de Salarola, en Padua, de donde en 1221 se trasladó a Gémmola, en los montes Euganeos, en un antiguo monasterio que fue a su costa restaurado y dotado de rentas. Aplicó para sí misma y para las numerosas compañeras de su edad que la acompañaron, la Regla benedictina. Después, para dedicarse más eficazmente a la práctica de la virtud cristiana, renunció al gobierno del monasterio, a favor de la monja Desiderata.
Murió muy joven (26-27 años), el 10 de mayo de 1226, y fue sepultada en la iglesia de San Juan Bautista en Gémmola. Su sepulcro devino meta de gran devoción, su cuerpo permaneció incorrupto, y luego de algunos años fue transferido a un arca de mármol cuya lápida, considerada única en su género, se conserva en Santa Sofía de Padua, y lleva escrita toda las noticias de su vida y de su muerte en sesenta versos hexámetros.
Oculto dos veces a los enemigos de Este, a fines de 1578 el cuerpo fue trasladado a Padua, a la iglesia de santa Sofía, donde se conserva hasta ahora, y es muy venerada. El papa Clemente XIII, el 19 de noviembre de 1763 confirmó el culto y el título de beata que desde hacía siglos se le venía dando, concediéndole misa y oficio propios. El nombre Beatriz proviene del latín «Beatrix», que significa «la que hace feliz».
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.