Luego de emitir sus votos, la hermana Alfonsa enseñó en el colegio donde había estudiado. Allí fue también la directora de 1898 a 1907. El principal desafío que enfrentó fue la solución de una gran crisis económica que sufrió su instituto. Ella misma admitió que se trataba de «una comunidad que reordenar, que reformar pero no que deshacer».
La hermana Alfonsa fue llamada en 1911 a dirigir el colegio Retiro de la providencia, ubicado en Vercelli. Se trataba de un instituto de acogida de personas huérfanas o que vivían en una situación familiar difícil. La postuladora de su causa, Hna. Dantina Dino, afirma que «Era el consejo de administración el que guiaba y seguía este colegio, pero tenían pocos recursos [...] Encontraron estos chicos, algunos pequeños, que no lograban tener una educación completa porque faltaba el dinero. Ella buscaba mejorar la situación». Su santidad se fue forjando en pequeñas acciones de caridad que tenía con sus alumnos y con las personas más necesitadas que llegaban a este instituto. «Muchos pobres y atribulados iban diariamente al Instituto para obtener un pedazo de pan o un vestido y, sobre todo un poco de amor, que la hermana Alfonsa sabía dan con alegría. Ninguno se iba desilusionado, todos recibían algo de ella, sea material o espiritual», asegura su postuladora.
La hermana Santina cuenta que un día, durante la Primera Guerra Mundial, un soldado fue a pedirle dinero. La hermana Alfonsa sólo tenía la cantidad exacta para comprar una lámpara para el Santísimo. Ella le dijo que no lo podía ayudar económicamente. En la noche no pudo dormir y decidió darle ese dinero al soldado. Al día siguiente fue una condesa a visitarla y a darle una ofrenda. Era la misma cantidad que le había dado al soldado. ¡El Señor se lo había devuelto!
La beata acostumbraba a orar de rodillas, colocando su frente en la tierra. Entre el 12 y el 13 de enero de 1930, la hermana Alfonsa sufrió una fuerte hemorragia cerebral mientras oraba, y así la encontraron. Murió al día siguiente.
Durante su proceso de beatificación, cinco de sus alumnas, cuyas edades oscilaban entre 85 y 87 años, dieron su testimonio sobre los actos de caridad de esta religiosa: «Lo más bello es que todas las interrogadas decían lo mismo: eran bien tratadas, ella sabía estar cercana a todas y buscar para cada una la mejor solución, sea llevarlas de vacaciones, ayudar a resolver su situación familiar. Ella vivió en el silencio y en la pobreza en este instituto», concluyó su postuladora.
Sintetizado a partir del artículo de Carmen Elena Villa en Zenit, basado en las declaraciones de la Hna. postuladora de la causa.