Los que rodean al enfermo deberán ayudarle a bien morir con piadosas jaculatorias y con edificantes lecturas, sobre todo la Pasión del Señor según los Santos Evangelios. Procúrese también que el enfermo tenga el Crucifijo a su cabecera, para que pueda besarlo. Puede sugerírsele jaculatorias como éstas, inspiradas en los Salmos, para provocar actos de paciencia, de penitencia, de amor de Dios y de conformidad con la voluntad divina, de esperanza y de fe, de deseo de los bienes celestiales y desapego de los mundanos. Todo esto es caridad, que Dios ha de premiar mucho. ¡Señor! !Ten piedad de mí, que soy un pecador! ¡Señor! No mires mis pecados, sino mi fe en ti ¡En Ti, señor, espero; no me confundas para siempre! ¡Acuérdate, Señor, de que eres todo misericordiosos! ¡Oh Dios mío! Te amo con todas veras. Tú mismo, Señor, eres mi premio eterno. En el cielo me esperan los Justos para recibirme. ¡Ay Señor, que mi destierro se prolonga! Mi patria es la tierra de los vivos Mira Señor que mis enemigos se multiplican. Líbrame de ellos por la gloria de tu nombre; no sea que digan: “Hemos podido más que él”. En tus manos, señor, entrego mi alma. Tú me redimiste, Oh Dios, fiel a tus promesas. Deseo morir para estar con Cristo. Mi vida es Cristo, y el morir una ganancia. ¡Ven Señor Jesús! ¡Ven y no tardes! Pronto me llenarás de alegría al ver tu rostro; y tus delicias no tendrán fin para mí. ¡Oh Jesús! Tus llagas benditísimas son mi refugio y mi asilo. Creo que mi Redentor vive, y que en el último día he de resucitar, y que con mis propios ojos veré a mi Dios y mi Salvador. ¡Oh Buen Jesús! Óyeme – En la hora de la muerte llámame – Y mándame venir a Ti – Para que con tus Santos te alabe por los siglos de los siglos. María, Madre de Dios y Madre mía, asístanme en mi última agonía. ¡Jesús José Y María! Expire yo en paz en su compañía Ángel Santo de mi guarda, mira por mí. San Miguel y todos los Ángeles, rueguen por mí Santo Patrono mío, ruega por mí. San Benito, abogado de la buena muerte; ruega al Señor por mí. Santos y Santas del Paraíso, pidan gracia para mí al Juez Soberano. Cortesía de: José Gálvez Krüger