Estos tres mártires estuvieron enterrados en las catacumbas de Pretextato, y no sabemos sobre ellos ni sobre su martirio absolutamente nada. Sin embargo, en las mismas catacumbas figura el nombre de «Urbano». Posiblemente esto hizo que la leyenda, a falta de datos ciertos, relacionara los tres mártires con el papa Urbano I. Una imaginación exuberante hizo el resto: en los siglos V y VI adquiere forma y se difunde la leyenda ceciliana, que rodea la muerte de santa Cecilia de toda una tensión dramática familiar. Recordémosla brevemente: en la noche de bodas, la joven cristiana Cecilia -que ha sido desposada contra su voluntad- amenaza a su marido con las consecuencias que tendría que violentara su voto de castidad; el marido duda, pero comienza a interesarse en ese voto, hasta que, a través de su esposa, toma contacto con el papa Urbano I, quien lo catequiza y bautiza, y también a su hermano. Finalmente todos ellos terminan mártires, y al grupo se une el prefecto encargado de custodiarlos, al ver el testimonio de entereza cristiana. Todo ello narrado en medio de prodigios cada uno más espectacular que el otro.
Esos tres varones implicados en la leyenda: el marido de Cecilia, el cuñado y el prefecto serían, respectivamente Tiburcio, Valerio (o Valeriano) y Máximo. Debemos entonces, como en todos estos casos, separar los dos aspectos: uno es la existencia real de tres mártires cuyos nombres conocemos por inscripciones y por el los diversos documentos que atestiguan los traslados de sus reliquias. Esos tres mártires -los que celebramos hoy-, son mencionados en varios martirologios antiguos; la fecha del 14 de abril viene asignada para Tiburcio en el Martirologio Jeronimiano, del siglo VI; la asignación de los otros dos mártires a la misma fecha proviene ya de su mezcla en la leyenda ceciliana. El segundo aspecto, completamente espurio pero que permite explicar algunas peculiaridades del culto que se les ha tributado a lo largo del tiempo, es cómo, a partir de los nombres sueltos, fueron asumiendo funciones concretas en una leyenda determinada.
Sus sepulcros fueron restaurados por Gregorio III (731-41), por Adriano I (772-795) y por último por Pascual I (817-24), quien trasladó sus reliquias a la basílica de Santa Cecilia en el Trastévere. La abundante iconografía de los tres mártires hace referencia, naturalmente, a la leyenda ceciliana. En el estado real de conocimiento de estos tres mártires, no hay ninguna manera de establecer en cuál de las persecuciones sufrieron el martirio.
Basado en el artículo del Butler-Guinea (México, 1964) y el artículo de Antonio Borrelli en Santi e beati. la bibliografía es la que corresponde a santa Cecilia.