El Martirologio Romano menciona hoy a estos tres mártires, sobre cuyo triunfo en Roma nos dejó un relato su contemporáneo, san Justino Mártir. Cierta mujer casada, de vida disoluta, se convirtió al cristianismo y trató de conseguir que su marido se hiciese catecúmeno. Como sus esfuerzos fracasasen y las blasfemias e inmoralidades de su esposo fuesen en aumento, la dama se separó de él. El marido, despechado, la denunció entonces como cristiana. La mujer obtuvo permiso de postergar el juicio, y su marido aprovechó el intervalo para hacer arrestar también a Tolomeo, quien la había instruido en la fe. Al cabo de un largo período de prisión, Tolomeo compareció ante el juez Urbicio. Este le preguntó si era cristiano, a lo que respondió afirmativamente. Sin más trámite el juez le condenó a muerte. Entonces, un cristiano llamado Lucio protestó contra la sentencia, diciendo: «¿Cómo condenas a ese hombre que no ha cometido ningún crimen? Tu sentencia no hace honor a la justicia de nuestro sabio emperador ni al Senado». Urbicio replicó: «Me parece que tu eres también cristiano». Lucio reconoció que lo era y fue también condenado. Junto con ellos sufrió también el martirio otro cristiano cuyo nombre desconocemos.
La historia proviene de la Apología de san Justino, citada por Eusebio, Hist. Ecl. IV,7. Véase también Urbain, Ein Martyrologium der christlichen Gemeinde zu Rom, a la luz del comentario de Delehaye sobre dicha obra en Analecta Bollandiana, vol. XXI (1902), pp. 89-93.