El interés por los santos Marco y Marceliano se ha reavivado en los tiempos modernos, gracias al descubrimiento de sus tumbas, junto con un fresco que representa a los dos mártires en el momento de su «coronación» y la de sus compañeros, en una parte de lo que fue la Catacumba de Santa Balbina y que lleva el nombre de los dos santos. Eran dos hermanos, ambos diáconos de la Iglesia romana, que perecieron al principio de la persecución de Diocleciano. Para tomar detalles de sus sufrimientos y su muerte, no hay otra fuente de información más digna de confianza que la llamada «Pasión de San Sebastián», una colección de tradiciones y leyendas del siglo quinto.
De acuerdo con esos datos, Marco y Marceliano eran gemelos y de noble cuna, convertidos al cristianismo desde su temprana juventud y ambos casados. Durante la persecución que estalló poco después de que Diocleciano ascendiera al trono imperial, los hermanos fueron arrojados en la prisión y condenados a morir decapitados, por sentencia de Cromando, auxiliar del prefecto de Roma. Gracias a las súplicas de sus amigos, se postergó la ejecución de la sentencia y se dio a los prisioneros un plazo de treinta días, con la esperanza de que, en ese lapso llegasen a convencerse de que era necesario ofrecer sacrificios a los dioses, si querían salvar la vida. Con ese fin, se les trasladó de la prisión a la casa de Nicostrato, el escribano público y ahí acudieron sus esposas, sus hijos pequeños y sus parientes Tranquilino y Marcia, para doblegar su constancia con súplicas, razones y lágrimas; pero todo fue en vano, porque san Sebastián, quien era por entonces un oficial en la guardia del emperador, los visitaba a diario a fin de alentarlos a perseverar.
El resultado de aquella prueba y de las entrevistas y discusiones que tuvieron lugar, fue la conversión al cristianismo de los parientes y amigos paganos de los dos santos, de Nicostrato, el escribano, y hasta del mismo Cromancio, quien dejó en libertad a los prisioneros, renunció a su puesto y se retiró a vivir al campo. Marco y Marceliano se fueron a vivir en la casa de san Sebastián; sin embargo, y a pesar de hallarse al amparo de un servidor de la casa imperial, fueron traicionados por un renegado y capturados nuevamente. Fabiano, el auxiliar del prefecto que había reemplazado a Cromancio, los condenó a ser atados a postes de madera, con los pies clavados a ellos. Durante veinticuatro horas, los dos hermanos estuvieron expuestos en esta forma atroz, y luego los soldados los acribillaron con sus lanzas. Sus reliquias se trasladaron de las catacumbas a la iglesia de Santos Cosme y Damián. Ahora se las venera en la basílica romana de Santa Práxedes.
La parte de la Pasión de San Sebastián que se refiere a los Santos Marco y Marceliano, está impresa en el Acta Sanctorum, junio, vol. IV.
N.ETF: por la redacción del elogio del Martirologio actual, esta claro que, aunque no se niegue ni la existencia de estos mártires ni la antigüedad de su culto, no se da crédito a las noticias transmitidas por las «actas» de san Sebastián: el elogio menciona explícitamente que lo que los hermanó fue el mismo martirio.
Imagen: Los parientes de los mártires (izquierda) y san Sebastián (derecha) hablan con Marcos y Marceliano, Tabla, 68 x 80 cm, Pedro García de Benabarre, Aragón o Cataluña, entre 1445 y 1485. El panel forma parte de un conjunto más amplio con otras escenas.