El monje Juan, que fue su compañero en todos los viajes, escribió una «Vita» que, por ser tan directa, es muy verosímil; Domingo nació en Foligno en el 951, y fue confiado desde niño por sus padres a los monjes de san Silvestre de Foligno, para que estudiase. Llegado a la juventud, abandonó todo y se retiró al monasterios de Santa María de Pietrademone, donde fue ordenado sacerdote e hizo su profesión de monje. Pero había en él, sin embargo, un deseo de vida eremítica, por lo cual comenzó a alternar ésta con la vida del cenobio; se retiró a un monte cerca de Scandriglia, en la provincia de Rieti, y en seguida fue acompañado por discípulos que provenían de los alrededores, para los cuales fundó el monasterio de San Salvador, convirtiéndose en abad.
Pero como su fama de santidad aumentaba entre el pueblo, para esconderse se trasladó a Aquila, donde fundó el monasterio de San Pedro del Lago; y del mismo modo fundó en el Sangro el de San Pedro de Avellana. En su itinerario llegó a la Campania, a Trisulti, donde permaneció ignorado por tres años, hasta que la población lo conoció a través de unos cazadores que contaron de él, lo rodearon de devoción, y fue todo un ir y venir de enfermos. Algunas crónicas medievales y tradiciones populares reportan que su principal milagro era contra las mordeduras de serpientes. En Trisulti fundó el monasterio de san Bartolomé, que alcanzó mucha notoriedad, y fue ricamente dotado por los habitantes del entorno, como los pueblos de Collepardo, Guarcino, Vico, a los que Domingo visitó, exhortándolos a una vida de intensa caridad fraterna, penitencia y buenas obras.
Se encontró con el papa Juan XVIII, al cual le pidió protección pontificia para sus fundaciones. Gracias a la donación de una tierra de conde Pietro Rainerio, señor de Sora, pudo construir un monasterio, que quedará, por su importancia, unido a su nombre, donde se estableció definitivamente. Se enfermó mientras comenzaba un nuevo viaje por la región Tusculana, por lo que a su regreso murió en Sora el 22 de enero de 1031, y fue sepultado en la iglesia del monasterio, donde aun se conserva.
Domingo de Sora, además de un gran fundador, resultó también un gran reformador de la vida de la Iglesia medieval, encaminando todo hacia la multiplicación de la vida monástica; e incluso precursor de las grandes órdenes, que a pocos siglos comenzarán a florecer en la Iglesia, a partir de su homónimo, santo Domingo de Guzmán.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli. Ver Acta Sanctorum, enero II, pág 442ss