«Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21). Occidente celebra la memoria del nombre de Jesús entre los días que rodean a la Epifanía. Así como en el crucifijo material honramos toda la Pasión de Cristo resumida en un símbolo, de igual manera el nombre de Jesús nos recuerda todo lo que está simbolizado en él: «Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2,10-11), que es la cita evocada en el elogio del Martirologio. «Hablando de él, nos sentimos iluminados; pensando en él, recibimos el alimento de nuestras almas; invocándole, encontramos la paz», decía san Bernardo de Claraval, uno de los hombres que han hablado más sentida y profundamente del nombre de Jesús.
El Concilio de Lyon prescribió en 1274 una devoción especial al nombre de Jesús, y el beato Gregorio X comisionó especialmente a la Orden de Predicadores para propagarla. Pero quienes más hicieron por difundirla, a pesar de la gran oposición que encontraron, fueron dos franciscanos minoritas: san Bernardino de Siena y san Juan de Capistrano, quienes popularizaron el uso del monograma IHS, que puede entenderse como la simple abreviación de las tres primeras letras del nombre en griego (iota + eta + sigma), aunque se popularizó como las siglas latinas de "Iesus Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). El hecho de que la Compañía de Jesús adoptara ese monograma como parle de su divisa, contribuyó a su mayor difusión. La Santa Sede concedió a los Franciscanos, en 1530, la celebración de la fiesta del Santo Nombre, y el uso se fue extendiendo paulatinamente. En 1721, se convirtió en fiesta universal de la Iglesia de occidente; pero pocos años después, la comisión encargada de la reforma del Breviario recomendó al Papa Benedicto XIV que la suprimiera del calendario general. En la actualidad tiene rango de memoria libre.
Las Letanías del Santo Nombre de Jesús, que en realidad son más bien un comentario de los atributos del Salvador que de su Nombre, provienen tal vez de san Bernardino y san Juan Capistrano. La invocación continua del Santo Nombre de Jesús es una práctica normal en el monaquismo, especialmente en Oriente.
Realizado sobre la base de la noticia del Butler (Ed. W. Guinea), redactado según el actual carácter de la memoria litúrgica.