El historiador Teodoreto dice que Publia era una dama de buena familia de Antioquía que quedó viuda. Entonces reunió en su casa a cierto número de vírgenes y viudas que deseaban consagrarse a las prácticas de piedad en la vida común. El año 362, Juliano el Apóstata fue a Antioquía a preparar su campaña contra Persia. Un día, al pasar frente a la casa de Publia, Juliano se detuvo a escuchar el canto de las divinas alabanzas. Las religiosas cantaban en el oratorio el salmo 115 y Juliano alcanzó a distinguir las palabras: «Los ídolos de los gentiles son de oro y plata y están hechos por mano de hombre: no tienen boca y no pueden hablar». También oyó distintamente el versículo que dice: «Que los que construyen los ídolos y todos los que ponen su confianza en ellos sean como sus dioses». Juliano lo interpretó como un insulto personal y mandó que las religiosas se callasen y no volviesen a cantar nunca. Publia contestó por sus compañeras, citando el salmo 68: «Dios se levantará y destruirá a sus enemigos». Entonces Juliano mandó llamar a Publia y ordenó a los guardias que la golpeasen, a pesar de su sexo y su aspecto venerable. Pero ni así consiguió el emperador que las religiosas dejasen de cantar y se dice que tenía la intención de condenarlas a muerte al volver de la campaña de Persia. Pero Juliano no volvió nunca de esa campaña, de suerte que Publia y sus compañeras acabaron su vida en paz.
Véase Acta Sanctorum, oct., vol. IV, donde se cita el relato de Teodoreto (Hist. Eccles., III, 19).