Aunque con los siglos el procedimiento de canonización se ha vuelto complicado y minucioso, la inscripción en el Martirologio de santos antiguos no sigue la misma vía, sino que sólo requiere que se constate que hay alguna forma de tradición cultual ligada a ese santo en concreto. Es verdad que a algunos santos los conocemos por sus espectaculares (e incluso delirantes) leyendas, pero en ningún caso es la leyenda el motivo de la inscripción, sino la genuinidad de su existencia histórica, y la posibilidad de rastrear alguna forma de culto. En el caso de santa Mustiola, parece que casi todo lo que tenemos es una inscripción del siglo IV descubierta en las catacumbas de Chiusi, que habla de una matrona «ex genere Mustiolae sanctae», es decir, «de la misma clase que santa Mustiola», lo que muestra a la vez la existencia antigua y el culto. Es también mencionada en el martirologio Jeronimiano, así como en el de Usuardo y otros, pero que dependen ya del relato, espurio, de la «passio».
Sin embargo, la tradición popular difícilmente se conforme con tan sobria noticia, así que bordó libremente una historia en forma de relato de pasión: Mustiola habría sido una noble dama (en la tradición local se agrega que era virgen) que asistió en prisión a un diácono, Ireneo, y sus compañeros. El prefecto la mandó apresar también como cristiana, pero al verla quedó prendado de ella. Pero cmo Mustiola se resistió, el Prefecto, llamado Tercio, decidió doblegarla haciendo que torturaran en su presencia al diácono y sus compañeros: potro, grafios de acero, hierros candentes, y todos los instrumentos que, aunque reales en su momento, en los relatos de pasión se suceden casi como un estribillo. Pero Mustiola, en vez de ceder, se reafirma en su fe y se enfrenta valientemente al Prefecto, por lo que finalmente es muerta a palos. Fue sepultada en la catacumba de Chiusi, y su culto está difundido tanto allí -de donde es patrona- como en Pésaro. Del diácono Ireneo no hay inscripción en el Martirologio actual.
Ver Acta Sanctorum, julio, tomo I, pág 638ss. Delehaye, «Originaes du Culte des Martyrs», p. 319, y «Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum», p. 617. Elaborado sobre la base de Butler-Guinea, tomo III, pág. 13.