Sobre la vida de santa Inés de Poitiers hay algunos documentos relevantes muy bien conservados: la liturgia propia de Poitiers, el testamento de santa Radegunda (que es el documento esencial para conocer a Inés) y los versos de su amigo y admirador Venancio Fortunato.
Santa Inés tuvo una estrecha relación con la reina de los francos santa Radegunda, esposa del rey Clotario. Radegunda, que era estéril, trataba a Inés casi como una hija, "no nacida del útero, sino en la gracia", como dice Venancio Fortunato en uno de sus poemas.
Cuando la reina se retiró de la corte de Clotario y fundó el famoso monasterio doble (para hombres y mujeres) de la Santa Cruz, bajo la regla de san Cesario de Arlés, llevó consigo a su hija espiritual, y no queriendo ser ella misma abadesa, nombró a Inés, bajo cuya obediencia se puso. La santa recibió la consagración abacial de manos de san Germán de París.
Hubo algún conflicto entre la abadía y la diócesis, cuando era obispo Meroveo, el antecesor de Venancio Fortunato. No está claro el carácter de tal conflicto, y no se puede excluir que tuviera que ver con cierto temor del obispo a enfadar al violento marido de Radegunda, el rey Clodoveo, que alternaba entre apoyar al monasterio y hacerle la vida imposible a su esposa. Por este motivo las dos, tanto la fundadora como la abadesa juzgaron prudente retirarse a Arlés. Pero cuando murió Radegunda, Inés nombró al obispo como autoridad en el monasterio de hombres, y las disensiones se apaciguaron. Pero sobre todo cuando a Meroveo le sucedió Venancio Fortunato, la relación entre la diócesis y la abadía mejoró por completo.
El obispo-poeta, Fortunato, nos ha dejado preciosos versos donde describe la caridad, la virtud, las austeridades y la oración de santa Inés, así como sus dotes culinarias, ya que ella le enviaba comidas preparadas que el obispo agradecía con flores y versos.
Cuando murió, no mucho después que la reina, fue enterrada en el propio monasterio, y aun se encuentran, en la cripta de la iglesia abacial (actual iglesia de Santa Radegunda), las tumbas de santa Radegunda, de santa Inés y de santa Disciola (discípula de Inés que no está inscrita en la actualidad en el Martirologio Romano), con sus respectivos altares. Los huesos fueron profanados en el siglo XVI en las guerras de religión, pero se conserva una urna con cenizas que posiblemente sean de las tres santas.
Acta Sanctorum, mayo III, pág. 238 reproduce los documentos relevantes, incluyendo versos de Fortunato. Guerin, en Petit Bollandistes, tomo 5, pág 515ss, traza una semblanza. La Wikipedia francesa tiene una página dedicada a la iglesia de Santa Radegunda, con algunas reproducciones gráficas que pueden ser de interés.